Por el lamentable hecho del aborto realizado a la joven mendocina hace unos días, la Iglesia católica está abocada a excomulgar a los culpables, y yo quisiera colaborar con ella aportando los nombres de algunas instituciones y personas que todavía no están excomulgadas y deberían estarlo: – La junta militar del proceso: 30.000 desaparecidos. – Los miembros del Estado Mayor del Tercer Reich. – El fürer Adolf Hitler, que nunca fue excomulgado (pequeño detalle).

    – El cardenal Bertram, que ofició una misa de réquiem en memoria de Adolf Hitler. – El papa Pío XII, que organizó la fuga de los genocidas nazis. – El Vaticano, que facilitó sus conventos para esconderlos. – La Cruz Roja, que ayudó a los nazis a salir de Europa con pasaportes falsos. – El padre Georges Zabelka, quien, en agosto de 1945, se ocupó de bendecir a la tripulación del Enola Gay en su funesta misión a Hiroshima (Juan Pablo II expresó su acuerdo el 11 de junio de 1982 por medio de un paralogismo extraordinario: ¡La bomba atómica permitía avanzar hacia la paz!).

    – La Iglesia católica de Ruanda, por el genocidio de tutsis en manos de los hutus (cerca de un millón de muertos en sólo tres meses, entre abril y junio de 1994), sostenido y apañado por la institución católica del lugar, compra y suministro de machetes, localización de víctimas, arengas raciales en las iglesias, entre otras, con el silencio cómplice del Vaticano ante tantos crímenes de lesa humanidad. – Cáritas Internacional, por suministrar los pasajes de avión hacia Europa de algunos curas y obispos culpables.

    – Y el papa Juan Pablo II, quien, ante la magnitud del desastre, salió de su mutismo para escribirle al presidente de la república de Ruanda una carta, el 23 de abril de 1998, en la que, en vez de sentirlo, lamentar los hechos y culpar a su clero, pide que no se ejecute a los genocidas (ni una sola palabra de compasión hacia la comunidad tutsi). A colación de todo esto, me gustaría destacar que el libro Mi Lucha, de Adolf Hitler, nunca formó parte del Indez librorum prohibitorum, (espero que esta carta corra la misma suerte y no sea censurada). Y por último: no pierdan su valioso tiempo en excomulgarme. Soy ateo.