Casi al mismo tiempo en que una poderosa compañía privada, Corporación América, presentaba, una docena de años atrás, su súper ambicioso proyecto de construcción de un túnel de baja altura para remplazar en gran medida el paso Cristo Redentor, el más importante entre Argentina y Chile, en San Juan, el por entonces entusiasta y varias veces gobernador de esa provincia se convertía en el más apasionado impulsor de la creación de un ente binacional que se llamaría Ebitan, por sus siglas, o bien, Ente Binacional Túnel de Agua Negra.

El primer emprendimiento, que se había proyectado sobre territorio mendocino, al poco tiempo caería en desgracia por imperio de la propia realidad: el alto costo de construcción previsto para ser sorteado íntegramente por capitales privados y los problemas para conseguir financiamiento internacional para sólo una primera etapa para la que se necesitarían, cuanto menos, unos 3.500 millones de dólares, convencerían a los privados interesados (Corporación América, de Eduardo Eurnekian, Mitsubishi Corporation, las empresas navieras Mississippi, Contreras Hermanos y la mendocina Tecnicagua) de abandonar la idea, para muchos faraónica, y dejarla para mejores épocas.

Y de aquel proyecto de túnel paralelo de Agua Negra que defendía José Luis Gioja, –más otros gobernadores del noroeste argentino–, del que el actual diputado sanjuanino por entonces gobernador decía que tenía más garantías y probabilidades de ser llevado adelante porque estaba ideado y sostenido sobre un plan de inversión de recursos públicos en su totalidad y no por iniciativa privada, poco y nada se conocería hasta la semana pasada, cuando el presidente trasandino Gabriel Boric, al cumplir con una promesa de campaña que había hecho un año atrás en torno al futuro de un proyecto minero, terminó también con la proyección del túnel con el que la política sanjuanina mantuvo entretenido durante tantos años su discurso electoral y, claro, fuertemente demagógico.

Casi como una consecuencia no deseada, o más bien un daño colateral inesperado, la suspensión del proyecto minero de hierro y cobre Dominga, que ordenó Boric, emprendimiento ubicado unos 50 kilómetros al norte de la hermosa ciudad balnearia de La Serena, también habría hecho caer el proyectado túnel de Agua Negra. El futuro sombrío de ese paso fue revelado la semana pasada por medio de un ataque de ira y furia protagonizado por el embajador argentino Rafael Bielsa, quien se quejó para nada diplomáticamente ante un grupo de legisladores chilenos que lo habían invitado a hablar sobre la relación entre ambos países. “Este emprendimiento era una de las alternativas que iba a tener Agua Negra como puerto. A nosotros nos vendría bárbaro que nos avisaran, nada más que eso”.

“Como tiene un impacto en las relaciones bilaterales, queríamos que estuviera informado”, les dijo Bielsa, de mala forma, a los legisladores de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado trasandino, como queja porque, a su entender, el gobierno de Boric le debió haber adelantado la toma de una decisión que impactaría en Argentina. En ese contexto, Bielsa aprovechó también para hacer conocer su enojo porque se tuvo que enterar por los diarios de una modificación a la plataforma continental que hizo el Gobierno chileno. “Dos días después me entero por el diario de la extensión de la plataforma. Entonces, pienso para mí primero: ‘¿No me pudiste decir dos días atrás? ¿Qué pudiera haber hecho yo? Llamar al presidente y decirle, ‘mirá, va a pasar eso’”, según publicó El Mercurio en Chile y repitió La Nación en Argentina. Ese episodio desencadenó que la Cancillería chilena convocara a Bielsa a dar explicaciones, en medio de otro momento molesto y crítico para ambos países protagonizado por Bielsa, un embajador de muy alto perfil y que ha generado varias quejas en Chile por inmiscuirse en asuntos de política puramente interna de ese país.

Hoy se sabe, producto de la decisión de Boric sobre Dominga y la reacción destemplada e impropia del embajador, que el túnel de Agua Negra estaba atado a ese proyecto minero, a la construcción del Puerto Cruz Grande y el proyecto de ampliación del puerto de Coquimbo. Dominga constituía un emprendimiento minero en la localidad de La Higuera, que insumiría una inversión de 2.500 millones de dólares y la creación de hasta unos 9.800 empleos con el funcionamiento integral de todo el complejo. Pero, así como se proyectó, más de diez años atrás, surgieron muy fuertes las voces medioambientalistas que exigieron el freno de la inversión y, más que nada, del puerto el que se enclavaría sobre una de las reservas de pingüinos más importantes del mundo, sobre la corriente de Humboldt.

“Para que un proyecto de la envergadura de Agua Negra funcione, la región de Coquimbo debe contar con un nivel de desarrollo que permita el tránsito y exportación de los diferentes productos que llegarán de Argentina” recordó tiempo atrás el sitio chileno El Mostrador, agregando: “El eje de la conectividad física abarca desde la mejora de la red vial y ferroviaria donde, por ejemplo, se incluyen proyectos de pavimentación de rutas, hasta de la mejora de la oferta portuaria de la región de Coquimbo”, reafirmando lo que para Chile, quizás, eran certezas y condiciones de cumplimiento obligatorio, aunque no con ese grado de conocimiento y de divulgación que en Argentina, donde se desconocían varios aspectos vinculados a la obra: esto de que el Ebitan consideraba como un elemento fundamental del megaproyecto vial y ferroviario la concreción de las tres obras en la región de Coquimbo: la mina, el puerto y la ampliación de la zona portuaria de la bahía.

El túnel de Agua Negra se había pensado para ser construido en un lapso de diez años, para cuando los tres proyectos chilenos ya estarían, o eso se pensaba, finalmente operativos.

El Gobierno sanjuanino no ha mostrado reacciones visibles sobre el tema, lo que no significa que la caída del túnel de Agua Negra, el que estaba atado –ahora se sabe– al avance de aquellos proyectos chilenos, no sea un motivo de análisis y de preocupación. El sector minero, por caso, siguió la queja de Bielsa con cierto grado de atención, más que nada por las consecuencias que tendría la decisión sobre Dominga en el oeste argentino. Pero está claro que el mayor inconveniente o repercusión negativa se tendría en Argentina, más que en Chile, en torno al túnel. En Chile, la polémica avanza por el freno a un emprendimiento minero que daría trabajo en una zona muy pobre de la Cuarta Región; en Argentina se pierde una vía de paso alternativa al Cristo Redentor del Mercosur con la caída de beneficios y posibilidades de negocios en el transporte de mercancías que ya no se darán, al menos, por un buen tiempo.