Un rápido repaso por la plataforma electoral que Javier Milei propone para el caso de que acceda a la Presidencia, no permite detectar o identificar cuál es su idea concreta de acción inmediata para las más de 20 millones de personas pobres que tiene el país. Sólo en una línea perdida entre las 13 páginas que el líder de la Libertad Avanza destina al despliegue de su plan de acción, se menciona y se reconoce el flagelo de la pobreza, al señalar que casi la mitad del país sobrevive en esa situación.

Y todo en un contexto general en donde el libertario le apunta –con acierto– al desastre que provocaron en el país los más de 70 años de políticas que no hicieron más que agravar los problemas que existían y generar otros que no se conocían, además de la destrucción de la iniciativa privada y de los estímulos para la generación de riqueza y la realización, tanto personal como colectiva.

Pero, ciertamente que Milei –a todo esto, convertido en todo un fenómeno en aquello de sumar adhesiones y apoyos de los sectores populares, particularmente, según las encuestas– no le dice a uno de los sectores sufrientes del populismo, los pobres de toda pobreza, qué hará con ellos desde el vamos en que comience a gobernar.

Puede que, desde la filosofía más extrema del liberalismo, se manifieste que cuando Milei afirma que propiciará reformas estructurales y de fondo que cambiarán la lógica de funcionamiento de la economía, provocando una suerte de revolución emprendedora con la creación de nuevos empleos, varios de esos miles y miles de pobres alcanzarán, cuando menos, por medio de un empleo, un escalón que los lleve al inicio de su salvación. Pero, en la Argentina de estos tiempos, el trabajo ya no garantiza escapar de las penurias, cuando cerca de 30 por ciento de los trabajadores registrados se encuentra por debajo de lo necesario para vivir sin demasiados apremios.

Así y todo, el enojo, la bronca y la indignación que ha acumulado la sociedad tras el paso de un gobierno que, como todos los de su especie, fue votado detrás de la esperanza de la justicia social y la movilidad social ascendente, está generando que una buena cantidad de personas de todos los niveles sociales, pero muchos de los sectores más vulnerables, hoy vean al diputado nacional libertario como la mejor y más acabada respuesta frente al fracaso. Dicen los sicólogos sociales que tal conducta hay que entenderla, en esta etapa, al menos, que es la que describen y van delineando las encuestas, como en el caso de que se llegara a efectivizar el día de la elección, como un voto de venganza hacia la dirigencia tradicional, de mucha bronca, dicho está, y no estaría del todo claro si también de confianza y de esperanza.

Hay que decir que Milei no se ha guardado nada en la plataforma y, en todo caso, si hubiese sido así, quizás las sorpresas aparezcan por el lado de lo que se conoce como expresiones de tinte progresista y social demócrata, hoy impensadas, que por lo que se espera de un gobierno de derecha y liberal como el que está prometiendo. Tampoco se lo puede comparar con el Carlos Menem de fines de los 80, el que llegó al gobierno prometiendo una revolución productiva, además de un salariazo, para virar luego hacia una administración que privatizó y desreguló todo lo que pudo. Por eso, extraña que Milei, diciendo lo que dice que hará, siga cosechando apoyos. En Mendoza, por caso, podría imponerse en la elección presidencial si se mantiene el estado de situación de algunas semanas atrás.

Sin dar demasiado detalle, Milei dice que bajará el gasto previsional disminuyendo el costo de jubilaciones y pensiones; que avanzará en un régimen de capitalización privado; que promoverá los retiros voluntarios en el Estado; que reducirá a 8 los ministerios y que eliminará “progresivamente” los planes sociales “a medida que se generen otros ingresos como consecuencia de la creación de puestos de trabajo en el área privada”.

Con críticas al “estado paternalista” y a las “medidas populistas”, el libertario asegura que en su gobierno se promoverá la eficiencia, la transparencia, la meritocracia, el esfuerzo personal y el derecho a la vida, con lo que es muy probable –aunque no lo asegura– que buscará derogar la ley del aborto.

Sin empacho alguno, Milei asegura que todos tendrán que pagar por los servicios que el Estado probablemente, en su gobierno, ya no los preste: con un Ministerio de Educación sin presupuesto y un área de Salud para el que se estimulará la competitividad del sector privado. El líder de la Libertad Avanza les dice a todos que se acabó la protección y ese Estado proveedor que tanto ha criticado. En su gobierno, las personas tendrán un voucher para buscar la escuela privada que más les guste y esté a su nivel y las prestaciones de salud se cobrarán en función de las posibilidades y la capacidad de pago del receptor.

Con reformas laborales de fondo, como es el caso de remplazar las indemnizaciones por un seguro de desempleo, la libertad sindical y las disminuciones de los aportes patronales y los impuestos al trabajo, Milei construirá, según su plan, una plataforma amable para la inversión privada, a la que tentará con la baja de impuestos en general y la eliminación de las retenciones.

Un Milei que, lejos de todo lo que se pueda decir y pensar de él y de sus ideas, hay que reconocer que no ha buscado encantar sobre la base de la demagogia y de la magia, sino que, por el contrario, les dice a todos que se arremanguen, porque hay que cruzan un río del que se desconoce la profundidad y la velocidad del agua por debajo de la superficie. “Hay que llegar al otro lado, y es muy probable que no todos lo logren”, parece decirnos Milei con esa plataforma que ha dado a conocer.