Sol Guillermina Olivares tiene 18 años y está presa por estar sospechada de ser coautora del crimen mafioso de David Gastón Poroli, el hombre de 38 años que encontraron atado de pies y manos dentro del baúl de un auto que previamente había sido prendido fuego entre unos yuyos el 22 de junio en calles San Martín y Santa Rita, de Las Heras.
La causa tiene otros dos detenidos: el ex convicto Omar Maximiliano Roggerone (47) y el novio de la joven, Jesús Sebastián Villalba, también imputado por el asesinato del futbolista Lucas Amarilla durante un ataque ocurrido cuatro días después del primer hecho en el barrio Santa Rita.
Olivares, quien también se hace llamar por otro nombre, aseguró que es inocente. Lo hizo a través de uno de los perfiles de Facebook a los que tiene acceso mientras se encuentra en situación de encierro, en tanto el representante del Ministerio Público prepara todas las pruebas para presentarlas en una audiencia de prisión preventiva.
“Pueden quitarme mi libertad, pero la tranquilidad de mi conciencia, jamás. Mis manos no están manchadas con sangre”, escribió unos días después de su captura en la manzana I del barrio Plumerillo Norte, cuando el pedido de captura en su contra era una realidad.
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Sin embargo, el fiscal de Homicidios Carlos Torres tiene una hipótesis sostenida por pruebas que la ubica en la vivienda donde Piroli, quien se habría quedado con 50.000 dólares provenientes del narcotráfico y que guardaban celosamente en una mochila, fue torturado durante horas para que entregara lo que, supuestamente, se llevó.
Olivares está de novia con Villalba desde hace un tiempo. El joven, también de 18 años, está sindicado como integrante de los famosos Canavis, de Las Heras, un grupo de pibes que está relacionado al comercio de estupefacientes y a diversas guerras entre banditas por el control del territorio.

Para los pesquisas de la División Homicidios de Investigaciones, que trabajaron bajo las órdenes de Torres desde el minuto uno, Piroli se dedicaba a la venta de sustancias ilegales a grandes escalas y utilizaba su vehículo, un Ford Falcon rojo que estaba a nombre de su ex pareja, para transportar la mercadería a diferentes sectores del departamento.
Un testigo reservado fue clave para unir todas las piezas de la citada teoría fiscal: identificó a Villalba y a Oliveras y dijo que Piroli estuvo privado de la libertad en la vivienda-carpintería de Roggerone, sobre calle Necochea y Libertad, de Las Heras.

Justamente, el declarante identificó a la joven por un tatuaje que tiene en la mano derecha y por un piercing en el pómulo del mismo sector. Cuando los pesquisas comenzaron a analizar las características físicas de la sospechosa, observaron en las fotos que subió en sus perfiles de la red social que presentaba lo mismo que había aportado el testigo.
No sólo eso: describió que el día que hallaron asesinado a golpes a Piroli en el interior del Falcon prendido fuego, “tenía olor a humo”, igual que los otros dos imputados, Roggerone y Villalba.
Así las cosas, la causa por el crimen mafioso relacionado a un ajuste narco tiene a tres acusados en la cárcel. El primero en caer fue Villalba (el 11 de julio, por el crimen de Lucas Amarilla); luego, el 5 de agosto fue capturado Roggerone, cuando ya no tenía escapatoria, y el lunes 8 atraparon a Olivares.
El fiscal Torres imputó al trío formalmente por el delito de homicidio agravado por ensañamiento y ordenó que pasara al penal porque existe riesgo de fuga y entorpecimiento de la investigación. Si llegan a ir a juicio por jurado y son hallados culpables, la única pena posible será la prisión perpetua.
El trío
Roggerone salió de la cárcel el año pasado. Tenía antecedentes por infracción de la ley 23.737 (Estupefacientes), robos y hurtos agravados. Creen que fue quien planeó torturar a Piroli para que dijera dónde se encontraban los 50.000 dólares destinados al tráfico de cocaína.
Policías de la División Robos y Hurtos de Investigaciones consulados por El Sol señalaron que, hace unos años, cuando estaba en la calle, lo siguieron por un acto similar de apriete: habría baleado en el abdomen a un hombre en el barrio Santa Rita mientras le exigía dinero por unos negocios. Sin embargo, la Justicia no avanzó en la investigación de esa causa.
Con respecto al crimen de Piroli, los sabuesos entienden que Roggerone conocía a Olivares y a su familia y también a Villalba. Por eso, la pareja había llevado hasta su domicilio-carpintería a la víctima.
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Gracias a la declaración de un testigo que los vio en el lugar, más trabajos tecnológicos sobre el teléfono celular de Piroli, la causa avanzó con detenciones. El aparato, un Motorola gris, se activó en un domicilio de calle Lisandro Moyano, de Las Heras.
Hasta esa propiedad fueron los policías. Hablaron con una joven y esta les dijo que le había comprado el aparato a una amiga. Al identificar a la vendedora, supieron que se trataba de la hija de Roggerone.
Con esos datos, se ordenaron allanamientos en la casa y detuvieron sospechoso. Policía Científica trabajó en la vivienda y levantó 20 indicios que servirán para determinar si estuvo en ese lugar y si los sospechosos dejaron rastros. El resultado de los cotejos de ADN llegará al despecho de Torres en los próximos días.

El hallazgo
Lo cierto es que, el 22 de junio, un par de bomberos dieron con el cadáver de Piroli mientras apagaban el avance de las llamas en un Ford Falcon rojo. Cuando abrieron el baúl, observaron a un hombre maniatado y con una evidente lesión en la cabeza.
Dieron aviso a los policías que previamente habían llegado hasta la escena, luego del llamado al 911 de un ciclista que circunstancialmente pasaba por el lugar ese día por la noche, y así nació la investigación sobre el asesinato. Al otro día, Piroli fue identificado: fue gracias a la patente del rodado, que estaba a nombre de la madre de sus dos hijos.
A las pocas horas, los investigadores ya sospechaban de un ajuste mafioso vinculado al narcotráfico. Efectivamente, cuando se fueron sumando las pruebas y se identificó a los sospechosos, la hipótesis fue tomando fuerza al punto que se produjeron las tres detenciones.
