José Alejandro Rivero se encontraba durmiendo con su esposa en su casa de calle San Juan de Dios de Dorrego, en Guaymallén, cuando empezó a escuchar una serie de bocinazos unos minutos antes de la 1.30 de este domingo.
Se levantó, vistió y salió del domicilio para saber quién estaba causando tanto ruido. Observó apenas abrió la puerta que un par de sujetos en un Fiat Palio o un VW Gol blanco lo buscaban a él y casi no le dieron tiempo de reacción cuando cruzó algunas palabras: le dispararon a corta distancia y se dieron a la fuga a toda velocidad.
Rivero, quien este lunes iba a cumplir 40 años, recibió un balazo en el cuello y cayó desvanecido. Su mujer entró en shock y pidió auxilio para que la ayudaran. Después del ataque, dieron aviso al 911 y la movilidad 3253 de la jurisdicción fue desplazada hasta la escena para confirmar lo que habían denunciado minutos antes, es decir, “que le habían disparado en la cabeza a un hombre“.
Cuando llegaron los primeros policías al teatro del hecho, testigos dijeron que la víctima había sido trasladada al Hospital Central por conocidos en un auto particular. Mientras se encontraban desarrollando el procedimiento de rigor, les informaron a los policías que Rivero había muerto.
El asesinato comenzó a ser instruido por el fiscal de Homicidio Carlos Torres. Detectives que hablaron con este diario señalaron que iniciaron un trabajo de recolección de pruebas en la escena en los primeros momentos con la participación de Científica y también citaron a declarar a los testigos.
La primera que habló ante los investigadores fue la mujer de Rivero, una mujer de 40 años, que presenció el hecho. Fue ella la que aportó los datos iniciales para ir reconstruyendo cómo se produjo el ataque y señaló que su pareja había mantenido un conflicto horas antes con un par de sujetos, contaron las fuentes a este diario.
Luego de estas palabras, otras personas que se encontraba en el lugar se mostraron reticentes a brindar información y no aportaron ninguna identidad de sospechosos.
A partir de ese momento, los pesquisas iniciaron un barrido con fuentes y dateros para conocer un poco sobre la vida de Rivero, con el objetivo de identificar a los homicidas. Supieron que tenían algunas causas que terminaron con condena en la Justicia Correccional y que no era muy quiero en la zona. “Se la tenían jurada”, describió un informante a los sabuesos policiales.
Trascendió que, después balear a la víctima, los hombres que se movilizaban en el vehículo blanco, se dieron a la fuga por calle Guillermo Molina hacia el oeste. Con esa referencia, los policías comenzaron a buscar cámaras de seguridad en la zona. El objetivo era identificar la patente del rodado para intentar identificar sus ocupantes.