Con el kirchnerismo en Mendoza pidiendo a la Justicia federal que sancione penalmente al gobernador por sedición al no haber acatado en la provincia aquel feriado nacional dispuesto por el presidente, tras el atentado a la vicepresidenta, aparece cuando menos lejos un posible acuerdo o pacto entre Cambia Mendoza y La Cámpora kirchnerista, que conduce los destinos del peronismo mendocino.

Con todo el kirchnerismo nacional apuntando a jueces, fiscales, algunos medios y periodistas de haber estimulado, con sus “discursos de odio”, el ataque fallido a Cristina Fernández, ¿qué posible pacto entre el gobierno K y la oposición de Juntos por el Cambio, en verdad, se puede llevar adelante?

¿Qué espacio de diálogo puede llegar a tener alguna chance de triunfar, detrás de un contrato, aunque sea de aspectos mínimos a respetar por ambos, si no hay previamente una mueca de intención para renunciar a algunas posiciones ni de, mucho menos, todavía, condenar oficialmente, rechazar y/o repudiar tanta acusación alocada que ha sido lanzada sin ton ni son hacia sectores de la oposición, de la Justicia y de los medios por los hechos que han envuelto a la vicepresidenta?

Como está caminando todo en la política nacional, parece poco probable el acuerdo o el encuentro, como se especula, entre Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri.

Se trata de un misterio, todavía, identificar el origen de la versión de la que habla buena parte de la política nacional por estas horas, vinculada con una cumbre entre Macri y Fernández de Kirchner motivada por el espantoso intento de asesinato de la vicepresidenta. Pero, todo parece indicar que pudo haber surgido desde el propio kirchnerismo, luego de una serie de condolencias no tan públicas ni tan explícitas, más bien reservadas, que recibió la vicepresidenta por el atentado del 1 de este mes.

La versión con más color de todas da cuenta de que la supuesta cumbre se comenzó a explorar tras la visita que le hiciera a Fernández de Kirchner el senador bonaerense José Torello, de Juntos por el Cambio. Desde el kirchnerismo se dejó trascender que Torello, como amigo y hombre de confianza de Macri, llegó a la reunión con el mandato de avanzar. Incluso, que el pacto entre ambos tendría como objeto llevar tranquilidad al país y con eso evitar una posible escalada de violencia.

Pero, desde Juntos por el Cambio se niegan los hechos argumentando que Torello fue víctima de un uso político de su visita, que sólo tenía el fin de solidarizarse por el pésimo momento vivido por la vicepresidenta.

Tanto en Juntos por el Cambio nacional como en la expresión provincial de Cambia Mendoza, se desconfía de la convocatoria que fue lanzada por el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, algunos días atrás, luego de que dijera que el atentado fue producto de tres toneladas de títulos de los diarios contrarios a la vicepresidenta. Las idas y vueltas en las manifestaciones públicas de los referentes K alimentan las dudas de lo que verdaderamente puede existir detrás de una reunión entre Macri y Fernández de Kirchner. El presidente Alberto Fernández, en su último reportaje a El País de España, sin ir más lejos, se quejó de una persistente campaña de los medios que, supuestamente, ha recaído sobre la figura de la ex presidenta desde siempre, como si se tratase de una acción sistemática de rechazo por meras cuestiones ideológicas por parte de la derecha oligárquica.

La actitud asumida por el kirchnerismo aleja cualquier intento de pacto, que no sea sólo aquello que pueda discutirse legislativamente, ya fuese en el Congreso o en la Legislatura. Y, desde el ataque a la vicepresidenta, en el oficialismo nacional se ha montado un nuevo escenario en el que se cree que, con la centralidad en la vice, el efecto del atentado fallido podría convertirse en lo que terminó siendo el clima previo de las elecciones del 2011, cuando el kirchnerismo alcanzó el 54 por ciento de los votos de la elección general presidencial. Todos recuerdan la figura de una Cristina Fernández de Kirchner conmovida y profundamente consternada luego de la muerte de Néstor Kirchner, ocurrida en octubre del 2010.

En Mendoza, por caso, el peronismo no puede dar garantías tampoco de algún posible entendimiento con el oficialismo porque el mismo método nacional de enfrentamiento total como modo de relacionarse con el adversario político convertido en enemigo absoluto es lo que se aplica en la provincia. Curioso, porque el kirchnerismo sabe, como ninguno, que tales formas lo van alejando cada día más del objetivo del reencuentro con lo que fue su electorado o, al menos, una parte de él para recuperarlo.

Hay también un estado de situación social que pareciera no prestarle demasiado interés ni atención a un acuerdo nacional entre el kirchnerismo y Juntos por el Cambio; o, si se quiere, entre Cristina Fernández y Macri, por las verdaderas intenciones que habría detrás, por lo que se podría llegar a negociar y por el verdadero resultado del mismo. El grado de descreimiento sobre los tremendos hechos que rodearon la previa, el durante y el después del intento de magnicidio, han hecho detener en la oposición, integrada por el Pro, los radicales y la Coalición Cívica, cualquier alternativa que los conduzca a algo que, sospechan, puede ser una trampa.

Por el momento y, bajo las actuales condiciones, en Juntos miran las encuestas y el impacto en la sociedad de los movimientos del kirchnerismo. La semana que acaba de comenzar terminará con los alegatos de la defensa de Cristina Fernández en el juicio por la causa Vialidad, que la tiene como la máxima culpable y organizadora de una banda para defraudar al Estado. Según la última encuesta de setiembre de Giacobbe, la palabra que define a la vicepresidenta es la de “chorra”. Le siguen “corrupta” y, más atrás, “líder”, “maléfica”, “estadista” e “inteligente”, en ese orden. En la misma encuesta surge que para 70,3 por ciento de los consultados (2.500 personas a teléfonos móviles) la vicepresidenta es culpable de los hechos que le imputan, en tanto que para 19,7 por ciento es inocente. Para 65 por ciento, el atentado ha sido un montaje y, lo más preocupante de todo, sin dudas: para 74 por ciento de los argentinos, los eventos que involucran a Cristina derivarán en situaciones de grave violencia.