Hasta el momento, y a pesar de la crisis económica en la que está sumergido el país, la clase política no ha mostrado un solo gesto para estar en sintonía con lo que padece el resto de los argentinos. Empezar a hablar de un proyecto de boleta única es una manera de buscar la austeridad en algo tan clave para la democracia como los actos electorales.

Pero hay algo más: es una forma de empezar a transparentar las candidaturas. Es una medida que, sumada a la Ley de Ficha limpia, posicionaría a Mendoza en un lugar destacado en materia institucional.

La boleta única les da, entre otras ventajas, transparencia a las candidaturas. Es brindarle claridad al votante a la hora de elegir y evitar caer en la trampa de la lista sábana.

Hace rato que la provincia no tiene consensos importantes. Poder debatir el proyecto sin la urgencia electoral que se da cada dos años, donde todo cae en la mera especulación de campaña, es una oportunidad para poner a prueba la madurez legislativa, sin chicanas y sin ir en busca de la ventaja partidaria.

Es una forma también de ponerle un punto final a las viejas prácticas clientelares y a las trampas vinculadas con el robo o la adulteración de boletas. Se terminan los bolsones a cambio de votos. Ya no habrá lugar para punteros arreando personas y convirtiendo algo tan importante como el sufragio en un acto de indignada; en un favor a cambio de comida, en ocasiones. Basta de gastos inconducentes al servicio de un grupo que busca camuflarse con la complicidad de las urnas.

Es un paso real hacia una nueva política, hacia una democracia moderna y cada vez más representativa.