Un funcionario del Ministerio de Seguridad tenía el dato de que el sospechoso de cometer el crimen del psicólogo Flavio Piottante (39) y su paciente Analía Estrella Libedinsky (30) iba a dejar la provincia porque se lo comentó a él personalmente, el sábado por la mañana, mientras tomaban un café en un bar céntrico.
Esta persona, que pertenece al entorno del ministro Miguel Bondino y es un cercano colaborador, fue quien escuchó la famosa frase “me mandé una cagada y tengo que dejar el país”, dicha por el imputado Mauricio Suárez (32), quien es intensamente buscado por la Justicia. Pero el funcionario, de quien no se aportan datos filiatorios ya que es un testigo de identidad reservada, decidió esperar un día y medio para comentárselo a los pesquisas del caso. Esto, según fuentes tribunalicias, “perjudicó gravemente la causa”, en referencia al fallido allanamiento policial y judicial realizado en una vivienda de la calle San Lorenzo de Ciudad, ordenado para dar con Suárez, ya que el presunto autor del crimen se habría marchado horas antes del lugar.
AMIGOS. Todo comenzó el sábado a la mañana, cuando Suárez, ex pareja de Andrea Troncoso, la última novia de Piottante, se juntó con su amigo del Ministerio de Seguridad en un bar de la Ciudad. Fuentes judiciales comentaron a este diario que, un tanto nervioso, Suárez le habría dicho al hombre de Bondino que se había mandado “una cagada y me voy del país”.
Pero, en ese preciso momento, el amigo de Suárez “no tuvo reflejos” y sólo atinó a contárselo a las dos personas que vivían con Suárez en la citada vivienda de la calle San Lorenzo. Pasaron las horas de ese sábado y las dos personas que residían con Suárez decidieron, luego de vincular la frase con los asesinatos y la relación sentimental que Suárez mantenía con Troncoso, echarlo del departamento.
FRACASO. Ya durante el domingo, según explicaron los investigadores, el principal sospechoso fue a almorzar a la casa de sus padres, ubicada en el barrio Cirsubdoz de Las Heras. De esa juntada también habría participado Troncoso. Luego de esa visita, Suárez desapareció y personal policial sólo pudo encontrar, días más tarde, su Fiat Uno color blanco en Guaymallén.
Cuando comenzó a caer la noche, cerca de las 19, los tres amigos de Suárez decidieron contar lo que sabían al fiscal Martearena. Rápidamente, el magistrado montó un operativo y ordenó que se realizara un allanamiento en el lugar de residencia del sospechoso, pero ya era demasiado tarde. Este se había marchado llevándose algunas ropas, como sus zapatillas, una de las principales pruebas que tenía el fiscal, ya que, en la escena del crimen –Barcala 484 de Ciudad–, los investigadores habían encontrado unas huellas de calzado deportivo. Las mismas fuentes comentaron que el fiscal Martearena le reprochó al funcionario no haber hablado antes.
“Si hubiese hablado antes, seguramente lo encontrábamos en la casa”, dijo una fuente que participa de las investigaciones. Otra de las pruebas que aportaron al fiscal los dos amigos que convivían con Suárez fue que el sospechoso le habría pedido a uno de ellos, mientras viajaban en un auto, que pasaran varias veces por la casa del psicólogo. “Dijo (en referencia al testigo) que Suárez le comentó que iba a alquilar esa casa, y pasaron varias veces por el lugar”, afirman los pesquisas.
Un traspié más en esta investigación se produjo cuando el testigo que dijo el miércoles al fiscal Eduardo Martearena haber visto a un hombre de pelo oscuro y de un metro ochenta merodeando cerca de la casa de Piottante a la hora en que se habría perpetrado el doble asesinato –entre las 18 y las 20 del miércoles 12–, no lo pudo identificar a Suárez mediante un reconocimiento fotográfico realizado ayer. La principal hipótesis de este doble homicidio sigue siendo el móvil pasional y el asesino sería alguien que las víctimas conocían. El psicólogo recibió dos disparos –de una pistola calibre 32– en el tórax y su paciente fue salvajemente golpeada y estrangulada.