El martes 28 de marzo fue un día extraño para Franco Antonio Galván Gómez. Este hombre de 44 años, fanático del club Godoy Cruz Antonio Tomba, en pareja y padre dos hijos, fue baleado por la tarde en el popular asentamiento BAP de Rodeo de la Cruz, en Guaymallén. El Negro, como lo llamaban, recibió tres impactos a corta distancia y quedó internado en estado desesperante en el Hospital Central.
Durante la mañana de ese día, le había dicho a su círculo íntimo que tenía intención de quitarse la vida con un arma de fabricación casera que llevaba en un bolso, tal como contaron a los primeros policías que comenzaron a trabajar en el caso. Todo muy extraño.
Galván Gómez murió el viernes, minutos antes de las 11, en el Hospital Central. Nunca pudo salir del grave cuadro en el que se encontraba sumergido. Los tres impactos de bala que tenía en el abdomen y la cabeza terminaron siendo letales. La fiscal de Homicidios Andrea Lazo ya conocía que a la víctima le habían disparado con intención de quitarle la vida y la idea del suicidio se fue desvaneciendo.
Venían trabajando en la incorporación de pruebas y en el expediente se respiraba la hipótesis de que el tiroteo podría estar relacionado con un tema de drogas. También algunos detectives mencionaron que serían cruces por comercio de armas tumberas y que la víctima conocía de ese tema.
Por todo esto, un hombre identificado como Víctor Gerardo Peralta, de 43 años, quedó en la orden día por sospechas de una posible participación en el ataque. Sin embargo, pudo demostrar con el paso de los días que no tenía nada que ver con el hecho de sangre porque sólo trasladó en su auto a Galván Gómez hasta la zona donde luego lo asesinaron y ordenaron su libertad este martes a cambio de una caución.
La misma jornada del deceso, los detectives de la División Homicidios de Investigaciones que se habían avocado a la recolección de pruebas se dirigieron hasta el lugar de trabajo de Peralta: la refinería de calle Brandsen s/n de Luján de Cuyo. A las 8.10 estaba previsto que saliera del predio porque culminaba su jornada laboral como enfermero. Los efectivos que realizaban tareas de campo instalaron una vigilancia discreta en la zona y aguardaron pacientes.
Tal como estaba previsto, fue interceptado por el personal policial. Le preguntaron su identidad y la confirmó. Quedó a disposición de la fiscal Lazo y lo imputaron por homicidio agravado por el uso de arma de fuego. Pero no se trataba de una historia cerrada: Peralta decidió hablar en el expediente y, este lunes, la investigadora del Ministerio Público le tomó declaración.
Se desligó del hecho de sangre y demostró con el sistema de posicionamiento de su teléfono celular que no se encontraba en la escena a la hora que se produjo el ataque. Su versión se apoyó con lo que registraron unas cámaras de seguridad del lugar, que lo tomaron retirándose del predio en su auto. Si bien presentaba rastros de pólvora en su cuerpo, Peralta no tendría participación del hecho. La víctima habría viajado en su vehículo y dejó esos indicios que lo terminaron contaminando.
A pesar de esto, los detectives creen que la instrucción está encaminada gracias al aporte de testigos que hablaron en la causa. Tres hombres fueron mencionados como autores del hecho. Los pesquisas tenían sus nombres y podrían ser detenidos para que den explicaciones en la causa.

Desde el inicio
La policía tomó conocimiento del hecho el martes por la tarde, cuando una mujer llamó al 911 y contó que le habían disparado a un hombre. La víctima había quedado tirada en la zona de calles Perito Moreno y Tacuarí de Guaymallén. Los primeros efectivos que llegaron hasta el teatro del hecho ampliaron la novedad y confirmaron que presentaba heridas en el abdomen y la cabeza con abundante sangrado.
Por la ropa que llevaba puesta, los uniformados concluyeron que podría tratarse del mismo sujeto que, en horas de la mañana, había salido de su casa de calle Güemes de Los Corralitos con un arma tumbera con intenciones de suicidio y se subió en un colectivo, el interno 39 de la línea 221. Así lo detalló su familia, agregando que lograron localizarlo a las 16 con la ayuda de un conocido y lo llevó hasta su casa para contenerlo.
Cuando policías que trabajaban el caso de averiguación de paradero llegaron hasta el domicilio, Galván Gómez no se encontraba en el lugar. Al parecer, le había solicitado a un vecino (sería Peralta) que lo llevara hasta el asentamiento BAP, ubicado sobre el Carril Ponce en Rodeo de la Cruz, para encontrarse con unos conocidos. El hombre que estaba al mando del vehículo, uno blanco, desconocía si Galván llevaba un arma, detallaron fuentes del caso.
Después de las 17, volvieron a ingresar llamados al CEO por un tiroteo. Describieron que un hombre había sido baleado y que se encontraba tirado cerca de unas vías. Una ambulancia del SEC llegó hasta la villa de emergencia y trasladó al herido hasta el efector público de calle Alem. Su estado en ese momento revestía gravedad.
Mientras la víctima agonizaba en Terapia Intensiva, la fiscal Lazo comenzó a recibir declaraciones de testigos. Así fue como llegaron hasta Peralta, quien con el paso de los días habló y se desligó del caso.