En avenida San Martín y Peltier hay una situación de la que solo los más perceptivos pueden percatarse. En esa esquina, altamente transitada, hay un quiosco de revistas que sobrevive al paso del tiempo. Pero no solo cumple con la función de vender publicaciones impresas, también sirve, curiosamente, de depósito. Como en ese mismo punto hay un semáforo de tres tiempos, esta demora permite a vendedores ofrecer frutas, desde frutillas hasta mandarinas, según la época.
Terminado el trajín de cada día, los trabajadores arrojan los cajones al techo del quiosco. Y allí quedan, como una imagen surrealista.