Hace más de cinco años la Justicia mendocina comenzó a investigar un impactante caso de abuso sexual infantil ocurrido en Las Heras. Fueron dos denuncias las que apuntaron contra un joven chacal por las múltiples vejaciones sufridas por sus dos sobrinitos de 3 años.

Las víctimas -un varón y una niña- son hijos de sus dos hermanos mayores y solían pasar algunos días en su domicilio, ya que cumplían sendos regímenes de visitas a sus padres. Fue bajo la tutela de los progenitores que ambos fue blanco de las violaciones en el baño de la vivienda, se desprende de la instrucción.

La semana pasada, el acusado, identificado como Josué Nahuel Jesús Murúa Reinoso (24), debía enfrentar el debate oral en su contra. Sin embargo, acorralado por las pruebas, decidió acordar un juicio abreviado final.

La defensa y el fiscal de Delitos Contra la Integridad Sexual Darío Nora acordaron una pena de 11 años a cambio de que el imputado reconociera la autoría en los delitos que se le endilgaban: abuso sexual agravado por el acceso carnal -en perjuicio del niño- y abuso sexual gravemente ultrajante -en perjuicio de la niña-, ambos casos agravados por el número indeterminado de hechos.

Desde el Ministerio Público se consultó a las madres de ambas víctimas si estaban de acuerdo con el castigo pactado y, luego de obtener su aprobación, Murúa Reinoso confesó frente al juez Aníbal Crivelli, del Tribunal Penal Colegiado Nº 2, quien homologó el proceso y dictó la sentencia condenatoria.

Más allá de que el juicio se resolvió en cuestión de horas, para las madres de los niños no fue nada fácil llegar a esa instancia. Ambas pasaron más de un lustro luchando para obtener justicia ante las vejaciones que padecieron sus hijitos.

En charla con El Sol, una de ellas relató cómo se inició la investigación contra Murúa Reinoso, los idas y venidas que hubo después de radicar las denuncias y la espera de cuatro años para ver tras las rejas al abusador.

La caída del tío Pichi

Todo comenzó en setiembre de 2017, cuando la primera denunciante -madre del varón- notó algunas conductas extrañas en su hijo. Al parecer, cada vez que el pequeño estaba junto a la pareja de ella, se ponía tenso y temblaba.

Esa situación, sumada a alguna charla que mantuvo con él y la presencia de algunas lesiones, llevaron a que la joven acudiera a la Justicia. Todo apuntaba a que el autor había sido el hermano menor de su padre, a quien el niño conocía como el tío Pichi.

Pese a que los peritajes que le practicaron al nene confirmaron un abuso sexual con acceso carnal, el sospechoso no quedó detenido. La Justicia le ordenó a Murúa Reinoso que se presentara a firmar cada diez días, mientras recolectaban pruebas para avanzar en la investigación.

En plena pesquisa de la primera denuncia, al mes siguiente una nueva presentación judicial complicó a Murúa Sosa. Esta vez fue la madre de una sobrina quien descubrió que su hija también había sido víctima del chacal.

Durante una conversación con este diario, la joven contó que, por aquellos días, su hija no quería acercarse a los hombres. Rechazaba estar junto a su abuelo y sus tíos. Tampoco dejaba que la tocaran, ni que la acompañaran al baño y tenía actitudes violentas.

El descargo de una de las progenitoras en las redes.

Eso no fue todo, la progenitora también detectó algunas paspaduras en sus partes íntimas. Por eso, no dudo en radicar la denuncia por abuso sexual y sindicó al tío Pichi como el autor.

La pequeña fue derivada al Hospital Notti y al ser revisada por médico legista, confirmaron que tenía algunas lesiones externas en los genitales. Descartaron que el acceso carnal pero tenía signos compatibles con tocamientos.

Luego de la segunda presentación en contra Murúa Reinoso, la Justicia solicitó su detención. El sospechoso pasó sólo diez días detenido en la Comisaría 16ª de Las Heras: lo liberaron porque se extravió uno de los expedientes y, debido a esto, no contaban con las pruebas necesarias para imputarlo.

De esta forma, el confeso abusador quedó en libertad y desapareció de su casa de calle Dorrego. Ese descuido judicial le permitió mantenerse prófugo a lo largo de cuatro años, hasta que en 2021 fue capturado y pasó a prisión.

Luego de pasar casi dos años tras las rejas, Murúa Reinoso reconoció los hechos y terminó condenado a la pena acordada con el Ministerio Público.