Si las cerca de 500 mil personas que no fueron a votar en la PASO provincial del 11 de junio decidieran acudir a la elección general y definitiva del próximo domingo, para elegir al sucesor de Rodolfo Suarez, ¿cambiarían el rumbo de la historia que parece estar escrita en Mendoza? ¡Qué interesante pregunta! Que se queda sólo en eso, en lo interesante de una pregunta, pero para la que nadie tiene respuesta, salvo pronósticos vagos en base a proyecciones y una serie de alquimias aventuradas para entretener. Pero claro que podrían variar el rumbo de las cosas, quién puede dudarlo.

Aquellas PASO de junio, que parecen tan lejanas, tuvieron una participación del 66,86 por ciento de los electores habilitados, los que en total sumaban 1.488.736. En concreto, fueron 995.402 los mendocinos que acudieron a las urnas ese día. Para lo que viene, el juego final del 24 de setiembre, se supone que provocaría un mayor interés y atracción, con lo que se espera una mayor afluencia respecto de la primaria.

Si vamos a la elección que le dio a Suarez el derecho a conducir la provincia, la del 29 de setiembre del 2019, la participación de los ciudadanos quedó fijada en el 79,07 por ciento del total. Con lo que, bien se puede inferir o especular que el domingo que viene la participación podría estar cerca del 80 por ciento. Y si eso ocurriera, la mayor afluencia de votantes ascendería casi un 25 por ciento respecto de junio, en números redondos serían unos 300 mil nuevos electores.

Viéndolo así, es válido preguntarse si los nuevos podrían cambiar la historia, tanto para darle un sorpresivo triunfo a la oposición más fuerte que acecha al oficialista Cambia Mendoza, en este caso La Unión Mendocina; o bien para ampliar la brecha que Alfredo Cornejo logró sacarle a Omar de Marchi, los principales contendientes en juego.

La campaña ha sido muy mala y es poco previsible que en estos siete días que restan para la elección final se produzca un salto de calidad y de creatividad de lo que ha mostrado hasta ahora. Aunque bien puede trasladarse de manera especulativa, para imaginar escenarios e impactos posibles, el clima nacional de cambio de época que ha envuelto a los argentinos. En todo caso, ese cambio de época, adaptado a Mendoza, ¿significa darle al oficialismo un nuevo crédito, ahora en manos de Cornejo, para enderezar lo que no ha podido el gobierno de Suarez? O podría tratarse, quizás, en darle a De Marchi, o eventualmente al peronismo aunque fuese más improbable, el derecho a conducir los próximos cuatro años de gestión institucional.

En verdad se trata de una decisión, cualquiera sea, que podría gestarse en la mente de quienes no fueron a votar y quizás ahora lo hagan y entre los que decidieron, dentro de la interna de Cambia Mendoza, darle un aval a Luis Petri, el precandidato que perdió ante Cornejo, pero que reunió, sólo él, más votos que todos los peronistas juntos que compitieron y sólo 5 puntos menos que De Marchi, el ahora candidato opositor que sueña con seducir a parte de un electorado que en La Unión Mendocina consideran anti Cornejo.

Cornejo se enfrenta a un dilema: desconoce cuánto del cambio de época, en caso de que esté instalado también en Mendoza, tiene que ver con una redirección del gobierno de Suarez dentro de lo que propone el oficialismo, o es otra cosa. Esa otra cosa, para quienes están gobernando en Mendoza, se asimila a la “magia” que Juntos por el Cambio le achaca al libertario Javier Milei y a la que se aferra y apela en la nación; el candidato anti casta, el de la motosierra y de la dolarización, que se perfila como el elegido para terminar con el kirchnerismo y dejar afuera de la discusión a la centro derecha republicana e institucional con la que se identifica la coalición liderada por Patricia Bullrich, su esperanza presidencial.

Digamos que el relato anti kirchnerista que tantos buenos frutos le dio al proyecto que alumbró Cornejo en el 2015, y que ha conducido a los radicales y sus socios (cada vez menos y más insignificantes) al presente con la posibilidad de extender la supremacía por un período más, está mutando: lo que antes era kirchnerismo hoy bien puede ser la magia como fórmula para solucionar los problemas que tiene el país y, particularmente Mendoza para esta elección del domingo.

El oficialismo, que avizora algún tipo de amenaza en el horizonte que pueda hacerle peligrar o poner en duda lo que algunos meses atrás tenía como una fija –por la consolidación en el poder–, y ante la ausencia de un Milei en Mendoza, advierte que lo que propone De Marchi, y en menor medida Omar Parisi, es una ilusión casi mágica, de imposible cumplimiento. Porque de la noche a la mañana no podrían eliminarse impuestos, ni tampoco construirse viviendas y generar empleo a mansalva, todo lo que no ha tenido la provincia, y necesita, durante varios años a esta parte.

El temor, dicho de otra forma que hoy desvela al oficialismo provincial a una semana de la elección, es que pueda perder una elección con los nuevos electores que podrían sumarse detrás de lo que denomina espejismos ante la frustración y ausencia de resultados positivos que no le ha podido dar un gobierno de 8 años; más aquellos que eventualmente puedan decidir votar por afuera del espacio por ya no tener a Petri como opción, o no votar lisa y llanamente, lo que también podría convertirse en una mala noticia.