La Municipalidad de la Ciudad de Mendoza aprobó hace unos días un incremento de 14,8% en las tasas municipales, que comenzaría a sentirse en este mes. Este aumento, solicitado por el intendente Eduardo Cicchitti, se hará extensivo a todos los aforos municipales, incluyendo alumbrado, barrido y limpieza. En el nivel más bajo, la Municipalidad de Capital aplicará un incremento de 12,2%, que impactará en la factura mensual por servicios; es decir, quien vive en un departamento pequeño, o una casa tipo, pasará de abonar $8,50 por mes a $9,64 por el mismo período.

       Siempre según la visión de la municipalidad en cuestión, en el caso de una vivienda de mayor superficie ubicada en zonas “de mejor nivel” (residenciales), como la Quinta Sección o el barrio Bombal, será afectada con un incremento de 14,8% y pagará una tasa municipal por servicios de $200, aproximadamente; vale decir que pagará algo así como unos $25 más de lo que lo hacía hasta ahora. Por su parte, los derechos de comercio, tasas de cementerio, estacionamiento medido, infracciones de tránsito y otras cargas municipales sufrirán un impacto de 14,8% con relación a la cantidad de unidades tributarias que determinen su valor actual.

       Al escuchar una de las campanas, por ejemplo, la del secretario de Hacienda de la Comuna, se ve que defiende el proyecto, aduciendo que la suba de salarios, así como la inflación, impactaron fuertemente en el presupuesto 2006. Textual de dicho funcionario: “Este año tuvimos que destinar 36% más a las partidas de salarios. Además, las tasas no subieron entre 1991 y 2005. En enero del año pasado aplicamos una suba de 13%, pero la inflación en este período alcanzó el 380%”, fue su argumento técnico (en principio).

     Es entendible que cuando usted escucha a un funcionario decir esto se pregunte: cuando trataron el presupuesto municipal, ¿no tuvieron en cuenta la inflación? ¿O acaso no saben que viven en un país con cultura inflacionaria? Otro dato a tener en cuenta es que la Comuna de la Ciudad de Mendoza aplica este aumento justo en el momento en que los cálculos le indican el mejor índice de pago que tuvo en los últimos diez años. Los vecinos pagan sus tasas municipales en el 75% de los casos, mientras que los comercios lo hacen en un 65%. En todo caso, la mayor recaudación por el incremento le aportaría al municipio nada menos que una suma aproximada de 3,6 millones de pesos más al año. Como siempre decimos, hasta aquí los hechos.

      Más allá de las peleas de los ediles del departamento, el análisis debería haber ido por otro camino y no centrarse solamente en si se gasta más, o en si esto es así porque hubo mayor inflación. No es lo lógico cuando se analizan seriamente políticas tributarias. Obviamente, el objetivo de un buen sistema tributario (ya sea nacional, provincial o municipal) es recaudar ingresos. Pero hay numerosas formas de recaudar una determinada cantidad de dinero. Y lo que más se debe tener en cuenta a la hora de pensar en política tributaria es en dos objetivos fundamentales: eficiencia y equidad. Vale decir que, en este caso, un municipio es más eficiente que otro solamente si logra recaudar la misma cantidad de ingresos con un costo menor para los contribuyentes.

     Pero uno podría preguntase, ¿y cuáles son los costos para los contribuyentes? El más claro es el propio pago de dichos impuestos. Además, existen otros dos costos que un estado, provincia o municipio debería tratar de evitar o en su defecto reducir lo más posible. El primero tiene que ver con que los impuestos o tasas municipales distorsionan las decisiones que toman las personas, y el segundo son las famosas cargas administrativas, entiéndase “colas de espera” que soportan los contribuyentes. Hay un principio en economía que se llama “el principio de los beneficios”, el que dice que las personas deben pagar impuestos o tasas, en función de los beneficios que les reportan los servicios públicos.

       Por lo tanto, es dable esperar que los ricos deban contribuir más que los pobres en el costo del mantenimiento de los servicios públicos. También podemos analizarlo desde otro punto de vista, como podría ser el de la capacidad de pago de los ciudadanos del municipio. Es decir, que cada persona pague en función con la medida en que pueda soportar la carga. Pero con este último, a veces se termina discriminando a los más pobres, porque terminan pagando, en porcentaje a sus ingresos, mucho más que un rico.

       Uno debe tener en cuenta distintas variables, a la hora de saber si corresponde o no subir (una tasa municipal o un impuesto) o en cuánto se debe subir, porque se corre el peligro de llegar a un punto de aumento en el que algunas personas no pueden pagar más las tasas municipales (o directamente deciden no hacerlo), y, así y todo igual, tendrán el beneficio de algunos servicios municipales (igual le levantarán la basura de su puerta, igual le barrerán la calle, igual le limpiarán la cuneta, etcétera).

      Si se llega a este punto, el objetivo de la Comuna de Ciudad de Mendoza de incrementar la recaudación no se vería realizada, porque el incremento de tasas, en un punto, tendría efectos contrarios. Por lo tanto, a la hora de analizar los incrementos en tasas municipales, se debe generar un análisis profundo de distintas variables y no sólo subirlo por culpa de la “inflación”.