Todo pueblo tiene sus mitos. Mendoza aporta lo suyo con nombres que ya forman parte de nuestro inconsciente colectivo. La mayoría está emparentado con la denominación injusta de bandolero. Hay muchos ejemplos de bandolerismo en nuestro país y su existencia ha ido ligada a una forma de lucha de los desheredados frente a los poderosos.

    A veces, ocurre un delito en el nacimiento de un bandolero, una necesidad de refugio que encuentra entre la gente de pueblo que los toma como reivindicadores. El bandolero reparte su botín entre los pobres porque sabe de sus sufrimientos, pero también para comprar protección. Otros, en cambio, adoptan una actitud de defensa de los suyos y de ataque a los expoliadores y deben delinquir, inevitablemente, para cumplir sus propósitos.

    Son banderas para unos, para otros, bandoleros. Juan Bautista Vairoleto, Santos Guayama y el Gaucho Cubillos son algunos de los nombres propios de los bandoleros mendocinos. La palabra bandolero puede derivar de bando, en el sentido de edicto o mandato solemnemente publicado por orden de la Justicia.

    La relación es directa: siempre había algún bando que reclamaba datos o pedía la captura de los bandoleros. Pero también puede derivarse de la correa que portaban para sostener sus armas de fuego: bandolera. Forman parte de nuestra historia y, muchas veces, de actos de justicia, de injusticia y, por lo general, de valor. Todos tuvieron una muerte anunciada y todos la cumplieron. Tal vez, recordarlos sea también entendernos un poco más.