Última semana de campaña. Quizá es la oportunidad final para que los candidatos, de una vez por todas, decidan hablar a los mendocinos; contar claramente sus proyectos, generar expectativa e imaginar un futuro claro para Mendoza. Hasta ahora, no sucedió nada de eso.
Lejos de mostrar propuestas, la campaña se centró en cruces de denuncias judiciales; acusaciones de un lado y del otro; candidatos empecinados en mostrar los errores y defectos de los rivales en detrimento a la oferta electoral propia.
Fue, en realidad, una discusión entre ellos. Ladridos de un lado para el otro para ver si en alguna de las denostaciones lograban rescatar el voto de un elector distraído que a esta altura no sepa quién es quién en Mendoza.
En lo único que hubo un punto en común entre todos los candidatos a lo largo de estos meses es en el diagnóstico de una provincia que necesita salir del letargo. Pero, definitivamente, este no es el camino.
No hay voluntad de establecer políticas de Estado; de trazar los lineamientos para pensar un camino a seguir durante los próximos treinta años, más allá del color político que eventualmente esté sentado en el sillón de San Martín.
Y no se trata de renunciar a posturas políticas o ideológicas, sino de, dentro de las diferencias, lograr puntos de encuentro. Es algo que, por ahora, parece imposible.