En un país polarizado hasta emocionalmente por la política, la dirigencia mendocina logró destrabar por las artes de la negociación posible el proyecto de presupuesto para el año próximo.

A diferencia de otros años, donde la discusión ha sido ardiente y las diferencias insalvables, en este caso, lo que primó fue cierta racionalidad para determinar qué es lo que necesita cada departamento para resolver sus problemas.

No es una circunstancia menor, puesto que, en esta instancia, se ponen en juego los fondos municipales, a la par de mecanismos más complejos, como la refinanciación de una deuda o el permiso para conseguir financiamiento externo para una obra.

En definitiva, se desataron los nudos, se allanó el camino. Y decimos que no es poco, por el grado de enfrentamientos que hay en juego en una Argentina atravesada por un balotaje que no ha dejado contentos a todos y que genera dudas hasta el último momento, el del voto.

La cuestión es que, el año próximo, que ya se pronostica como verdaderamente complicado, gane quien gane, se puede avanzar logrando el mejor acuerdo: aquel que es posible. Porque lo que se pone en juego es la calidad de vida de los mendocinos frente a la incertidumbre.