Año tras año, los problemas para quienes tienen que cruzar la frontera son los mismos, más aún en los picos estacionales como el verano. Horas de espera en la aduana para poder ingresar. Esto es ya cuando se vaya hacia Chile, ya cuando se vuelva hacia Argentina.

Antes de la pandemia, se logró un avance importante: que el complejo opere de manera unificada con empleados de ambos países. Pero con las restricciones sanitarias, esa cooperación se demoró hasta el año pasado por desinteligencias entre ambas partes.

Las reuniones entre diferentes sectores son positivas, mientras sirvan para mejorar los protocolos. Avanzado este siglo, sigue siendo impensado que una persona demore más de una hora en poder atravesar los pasos aduaneros.

El embajador argentino en Chile, Jorge Faurie, fue al hueso: “Esto es pura burocracia”. El Cristo Redentor tiene que ser un paso más eficiente. Y amigable para quienes cruzan, sean turistas o camioneros.

Del otro lado del túnel, el moderno edificio de la aduana es un ejemplo. De este lado, en Horcones, a veces ni los baños funcionan por falta de agua. También en eso hay que reparar y en un aspecto tan importante como mantener la ruta despejado de nieve y aludes de barro: la conectividad a través de la ruta 7, que hoy funciona en intervalos.