Durante el último mes, principalmente, luego de las PASO de agosto, el clima político comenzó a enrarecerse y, cuando esto sucede, hay un efecto dominó sobre la economía.

De inmediato, el Gobierno nacional devaluó, que es la medida más antipática que puede tomar, y lo que alimentó principalmente la incertidumbre fueron varias declaraciones que hasta propiciaron dudas sobre si mantener los plazos fijos, a la par de que el dólar blue se disparaba.

La necesidad de estoquearse en el supermercado es una muestra de ello. La elección del domingo ya dio una certeza en medio de una locura por la especulación.

Y, a partir de ahora, comienza otro período por un mes hacia el balotaje, cuando pueden volver a darse estas situaciones de ansiedad social.

Verdaderamente, no hay cabeza que pueda tolerar semejante estrés. Ni en empresarios ni trabajadores en situación de dependencia, autónomos ni aquellos que se mantienen pendiendo de un hilo de la economía para subsistir.

Por eso, tiene que haber cierta racionalidad, cordura o, al menos, sentido común para que en estos 30 días la paranoia por los precios y el dólar no generan más caos del que ya tenemos.

La economía ya viene desmadrada y la política no puede contribuir con frases explosivas en esta agonía hacia la segunda vuelta.