Víctor Miguel García (54) estuvo más de 10 años en el radar de los detectives de Homicidios por el golpe al blindado en la puerta de la Universidad Juan Agustín Maza, perpetrado la noche del 1 de setiembre del 2008, cuando en el Gran Mendoza azotaban las ráfagas de un viento Zonda.

A fines de diciembre del año pasado, este hombre nacido el 12 de abril de 1967 fue detenido luego de que la fiscal Claudia Ríos reactivara el caso que terminó trágicamente con la vida del policía Eduardo Jesús Correa.

El uniformado defendió a los tiros el robo de miles de pesos que guardaban en el vehículo blindado, junto con una compañera llamada Natalia Cortes, y recibió una docena de balas en el cuerpo como respuesta. Sólo el avance de dos plomos fue frenado por el chaleco del miembro de la fuerza, quien quedó tendido en la calle, sin vida.

García está a un paso de ir a debate por el conmocionante hecho. La fiscalía tiene prácticamente cerrada la instrucción pero el proceso oral podría demorarse. Cuando se desarrolle, será el segundo juicio de la causa.

El martes por la tarde, el imputado por homicidio criminis causa en concurso ideal con homicidio agravado por ser la víctima un funcionario policial y agravado por el uso del arma de fuego, todo en concurso real con robo agravado por el uso de arma de fuego y por ser en poblado y en banda, en grado de tentativa, insistió en la detención domiciliaria porque, asegura, se encuentra enfermo producto de haber sufrido tres ACV.

Sin embargo, la jueza Nancy Lecek no hizo lugar al beneficio solicitado por la defensa y entendió que debe continuar en la cárcel hasta que se desarrolle el debate oral.

El camino para que García sea juzgado por el asesinato de Correa fue extenso porque se encontraba prófugo. A los pocos días del ataque fue capturado como sospechoso de integrar la banda que buscaba sustraer el dinero que transportaba el camión de caudales.

El primer fiscal del caso, Eduardo Martearena, solicitó la prisión preventiva en contra de todos los detenidos que había en su momento, pero, en su caso, un juez no la dictó. El representante del Ministerio Público apeló y un tribunal de alzada le dio la razón.

Sin embargo, la defensa de García no se quedó de brazos cruzados y recurrió ante la Suprema Corte. Al igual que la Cámara de Apelaciones, el máximo tribunal de Justicia local confirmó la medida cautelar que afecta la libertad y ordenó que García esté preso.

Pese a eso, fue demasiado tarde: cuando lo fueron a detener, se había fugado. De esta forma, estuvo más de diez años en calidad de prófugo.

Ya en manos de Ríos, el caso avanzó y se logró la detención. Las pruebas en su contra lo ubican en la escena a la hora del hecho gracias a lo detectado por las antenas de celulares (comunicaciones con otro de los integrantes de la banda, el ex policía Víctor Vargas, quien fue condenado por este hecho) y en la vivienda que habitaba hallaron partes de la camioneta Toyota Hilux que utilizó la gavilla para dar el golpe, entre otras cosas.

Agresivos

Pasadas las 20 del 1 de setiembre, el cabo Correa y su colega Natalia Cortes, por aquellos días con 42 y 31 años, respectivamente, se encontraban en el ingreso a la Universidad Maza, sobre calle Bombal, esperando que se terminaran las tareas en el banco que allí funcionaba.

No había clases por el viento Zonda y el escaso movimiento fue aprovechado por una organización delictiva que buscaba dar el golpe al blindado.

Los asaltantes llegaron en cuatro vehículos, una Toyota Hilux, un Fiat Palio y dos Peugeot, un 504 y un 206.

Cortes y Correa ofrecieron resistencia cuando fueron abordados. Dispararon pero terminaron heridos. El cabo recibió diez balazos y murió. La uniformada dos, pero su vida no estuvo en riesgo.

La banda no logró su objetivo. Y dejó pruebas en la escena, como un teléfono y un vehículo, que permitieron capturar y condenar a dos autores con el paso de los años, Víctor Vargas (un policía exonerado) y Darío Cantos. Ambos recibieron prisión perpetua en la Séptima Cámara del Crimen.