El show es lo que domina la política mendocina por estos días. Hay un particular interés por empujar al rival para que tropiece y caiga o muestre la hilacha ante el electorado.

La Legislatura, donde todo se maximiza o relativiza –según quién sea oficialismo y quién, oposición– es el teatro perfecto para este tipo de situaciones.

No hay mejor ejemplo que lo ocurrido con el ítem aula, ese adicional docente que ha generado controversia. Claramente, el tema está fuera de la agenda de urgencias de la provincia, pero encontró un punto de discusión sobre el que pivoteó durante estos días buena parte de la dirigencia.

Más allá de los cruces, las chicanas y los intentos por justificar posiciones contradictorias, se gastaron horas reloj del presupuesto de la Legislatura para una sesión cuyo final era predecible.

Era tan parcial, incluso, el tema, que no iba a arrojar ninguna solución a la crisis educativa.

Nadie ha pedido que los legisladores –aquellos, cuya principal motivación consiste en presentar declaraciones de interés– aborden y se enfrasquen en estas discusiones. Huelga decirlo: hay más de un aspecto en el que nuestros representantes podrían hacer pie, tranquilamente, pero falta la vocación política para que vean dónde Mendoza hace agua.