Un sabio consejo para todos los que llevan el espíritu deportivo en las entrañas dice así: “Si no podés correr, trotá. Si no podés trotar, caminá. Si no podés caminar, usá bastón. Pero nunca te detengás”. Y eso fue lo que hizo Diego Lombardich. Desde chico, era jugador de básquetbol en Guillermo Cano, hasta que el 9 de agosto del 2003 tres delincuentes asaltaron el lugar donde trabajaba con su padre, cobardemente lo balearon por la espalda y quedó con una paraplejia que actualmente le impide caminar.

    Al poco tiempo, casi menos de un año después, Diego se integró al equipo mendocino de ICLIM y comenzó a jugar al básquetbol sobre silla de ruedas. Su evolución fue sorprendente y, en marzo, fue visto por el entrenador del seleccionado argentino, Domingo Patrone, en el TNA que jugaron los mendocinos en Rosario.

    Allí, el DT le pidió que fuera a entrenar, para probarlo, en el equipo albiceleste. Junto a Diego fue otro mendocino, Celso Cerdá, quien ya tiene su experiencia de haber jugado para Argentina. Hace pocos días, a Diego le confirmaron la gran noticia. Quedó como parte del plantel nacional que se prepara para participar, del 23 al 30 de octubre en Uruguay, en un torneo clasificatorio para el preolímpico de Brasil 2007.

    Si aquí les va bien y entran en las tres plazas sudamericanas, Argentina podría participar de los Juegos Paralímpicos de Beijing 2008. “Nunca me imaginé que mi regreso al básquet iba a ser así. Cuando jugaba antes, la gente alentaba y ahora vivo lo mismo. Es especial, así es como puedo definir lo que me pasa en este momento. Cuando me lo dijeron, no lo podía creer, porque alguna vez lo pensé, pero veía muy lejano poder jugar en la Selección”, comenzó contando ayer Diego, luego de uno de los entrenamientos que, a diario, realiza en el club Guillermo Cano.

    Sobre el apoyo de sus compañeros de ICLIM, consideró:“Es muy importante lo que ellos hicieron por mí. Me abrieron una puerta muy grande y no sólo en lo deportivo, sino a nivel humano, porque ahora son mis amigos. Cuando yo me encontré con Celso y me invitó a jugar, reconozco que al principio me costó. Fui a entrenar, me gustó y, al poco tiempo, ya estaba jugando una copa Vendimia. Yo todavía estaba con el shock de lo que me había pasado.

    Además, tenía en mi cabeza el básquet convencional. Adaptarlo a la silla de ruedas fue muy difícil. Porque la cabeza me iba más rápido que la silla y tienen que ir las dos cosas a la vez. Pero todos me han ayudado en todo, eso ha sido fundamental para mí. Y que ahora se me dé esto, está buenísimo de verdad”.