Cinco meses después de que la “bomba de TikTok” se convirtiera en el desastre que definió su vida, Kristin Cabot describió en su primera entrevista desde el concierto lo que se siente ser el blanco de las burlas y los ataques. En los comentarios de internet la han llamado zorra, rompehogares, interesada, amante; las etiquetas habituales para avergonzar a las mujeres. Su apariencia ha sido analizada minuciosamente, partes específicas de su cuerpo evaluadas y consideradas insuficientemente bonitas. 

Fue víctima de doxing (filtración de datos personales) y durante semanas recibió 500 o 600 llamadas al día. Los paparazzi acampaban frente a su casa y los coches circulaban lentamente por su bloque, “como en un desfile”, recordó. Recibió amenazas de muerte: “No fueron 900, como apareció en la revista People. Recibí 50 o 60″, me dijo.

Cabot dijo: “Tomé una mala decisión y tuve un par de High Noons y bailé y actué de manera inapropiada con mi jefe”. Añadió: “Y no es nada. Asumí la responsabilidad y renuncié a mi carrera por ello. Ese es el precio que elegí pagar”.

Cabot admitió que estaba “enamorada” de Byron y que estaba emocionada de presentárselo a sus amigos. “Quiero que mis hijos sepan que se pueden cometer errores y meter la pata”, agregó. Pero no tienen por qué amenazarlos para que los maten por ello. Byron renunció como director ejecutivo y Cabot renunció poco después.

Cabot solicitó el divorcio el 13 de agosto. Su esposo confirmó que tenían planes de terminar su matrimonio antes del concierto. Byron y su esposa Megan siguen casados.