Ha habido unas cuantas grandes leyes injustas que podríamos resumir en las siguientes: en tiempos antiguos, la esclavitud del hombre por el hombre, reduciendo unos a otros a la condición de esclavos, sin ningún derecho de ciudadanía, bien a causa de los que perdían las guerras (origen de la esclavitud) o bien por mera conveniencia social y económica. La imposibilidad del voto femenino, que fue durante muchos años la condición política impuesta a las mujeres, consideradas inferiores intelectualmente al hombre y sometidas desmesuradamente al poder masculino a su decisión y arbitrio. Y en los tiempos recientes y actuales: el aborto provocado, mal llamado “interrupción voluntaria del embarazo”, que consiste en la aniquilación del ser humano no nacido, en el seno materno, por procedimientos crueles e inhumanos. La fecundación artificial, que consiste en la manipulación genética del ser humano, concebido en una probeta, en lugar de hacerlo por medio del acto natural de la unión amorosa de sus padres. Hasta aquí, en mi opinión, algunas de las más grandes injusticias humanas amparadas por las leyes de los hombres, cometidas a lo largo de la Historia, aunque puede haber otras que se me escapan, lo que me lleva a la conclusión de que esas leyes pueden, en demasiadas ocasiones, ser profundamente injustas e inmorales, en perjuicio del hombre y de la sociedad.