A medida que fueron pasando los días y por los medios se fue describiendo el minuto a minuto del juicio de Dolores y los detalles que, con minuciosidad, fueron surgiendo de cómo los ocho rugbiers acusados de la muerte de Fernando Báez Sosa, lo fueron a buscar, lo emboscaron y lo cercaron para pegarle hasta matarlo en plena vereda, por las redes sociales particularmente fue creciendo, paralelamente, el reclamo de similar atención popular y mediática pero por otra muerte, igual de horrible y cruel como la de Gesell: la del pequeño Lucio Dupuy, de 5 años, asesinado el 21 de noviembre del 2021 en Santa Rosa, La Pampa, tras ser varias veces torturado, ultrajado y violado y donde las principales acusadas, su madre –Magdalena Valenti– y su pareja –Abigaíl Páez–, arriesgan una pena de prisión perpetua por homicidio calificado y abuso sexual gravemente ultrajante.

El mes de enero del 2023 no ha tenido un solo día, desde aquel lunes 2 cuando comenzó el juicio, sin que se hablase del asesinato de Fernando, ocurrido en la madrugada del 18 de enero del 2020 en el pleno centro de aquella ciudad balnearia de la costa bonaerense. Muchas pueden ser las explicaciones sobre las razones que motivaron semejante nivel de atención popular y cobertura mediática sobre este caso. Y todas razonables. Desde la visibilidad que tuvo el ataque –registrado tanto por los celulares de cuanta persona pasó cerca de aquella emboscada y ataque sufrido por Fernando como por el de los propios agresores e imputados que hacia fin de mes conocerán el veredicto sobre su responsabilidad en el hecho– hasta por las características del ataque protagonizado por una manada de patoteros, supuestos chicos bien, deportistas ellos, y motivados en apariencia por vergonzosas y antediluvianas cuestiones racistas y hasta de clase.

La contrapartida en el grado de cobertura y atención ha sido el juicio por la muerte de Lucio. Bien podríamos convenir que la atención social no ha tenido el mismo grado de empatía con uno y otro hecho. Los padres de Fernando han logrado transmitir a cada argentino el dolor infinito por la muerte de un hijo. Allí no hubo que explicar nada. Ni un abogado ni ningún especialista ni mucho menos algún periodista debió esforzarse por describir el clima, la tensión y, por sobre todo, relatar el estado de conmoción en el que están viviendo esos padres desde tres años a esta parte y mucho más desde el momento en que arrancó el juicio con los rugbiers allí sentados, frente a ellos.

Pero lo que en las redes sociales se está discutiendo y con acusaciones muy fuertes y a tono con ese estilo de polémicas y denuncias sin filtro que allí se leen segundo a segundo, es que el poder, en general, por sobre todo el político –además de el de los medios– más los nuevos colectivos de luchas que surgieron de la mano de los derechos de las mujeres, de movimientos como el de Ni una Menos, de toda aquella movida en favor de la igualdad y contra la violencia de género y de las organizaciones feministas con clara y sesgada militancia política, han tenido mucho que ver en esa suerte de “silencio” que ha rodeado el juicio contra las dos mujeres –su madre y su pareja– acusadas de matar a aquel niño.

Si hubo un punto, además de todo lo aberrante que rodeó el asesinato de Lucio, que no ha sido del todo analizado, discutido y ante todo aclarado, es el de la responsabilidad de las instituciones del Estado, sus decisiones y su actuar en el proceso por el que la Justicia, en definitiva, se inclinó por otorgarle la tenencia y el cuidado del chico a la madre y a su pareja, ambas militantes del movimiento LGBTQ+, cuando Lucio se encontraba al cuidado de un tío y su mujer, con la anuencia de su padre y en buen estado de salud. Para Cristian Dupuy, el padre de Lucio, su hijo fue víctima de un crimen de odio de género. En los meses previos al homicidio, el padre documentó cuando menos cinco politraumatismos sufridos por Lucio sin que las instituciones lo escucharan, ni siquiera buscaran corroborar seriamente si lo que estaba denunciando – esa serie de maltratos inhumanos contra Lucio– eran ciertos o no.

El juicio contra las dos mujeres terminó en diciembre pasado y está previsto que el 2 de febrero se reanude con el veredicto y la decisión sobre la culpabilidad de ambas. Esa sentencia será a muy pocas horas de la esperada resolución judicial sobre el asesinato de Fernando Báez Sosa. Todo el caso sobre la horrible muerte de Lucio ha estado rodeado de un enfrentamiento, en las redes, sobre todo, entre los extremos de los movimientos feministas vinculados con el kirchnerismo y aquellos otros vinculados a sectores de la oposición. Pero, además, lo que se ha puesto en discusión es cómo opera la doble vara cuando un crimen, aberrante como el de Lucio, ha sido protagonizado por personas vinculadas con el feminismo extremo y que han hecho todo un culto y una religión alrededor de sus campañas contra lo que denominan el patriarcado y la cultura machista.

Habían pasado pocas horas de conocida la muerte del pequeño de Santa Rosa cuando la discusión ideológica, por las características que rodearon el crimen más el entorno en el que vivía Lucio, ganaron notablemente el espacio en las redes sociales que, por supuesto, terminaron escalando hasta llegar a los grandes medios, desde ya. Quizás el inicio de ese enfrentamiento destemplado y brutal, cruzado por la polarización extrema, lo hayan protagonizado dos personajes clave de la grieta, como Ofelia Fernández y Belén Francese. Más tarde se sumarían otros protagonistas no menos importantes, entre ellos, Amalia Granata, la diputada santafesina, que ayer mismo tenía entre los posteos más importantes uno vinculado con el silencio de los medios sobre el inminente desenlace del juicio por Lucio.

Lucio fue asesinado el 21 de noviembre del 2021. Horas después, Ofelia Fernández tuiteó: “Lo de Lucio es espantoso. Por supuesto que tiene que haber justicia. Lo que da bastante asco es que lo usen para escupir homofobia: ya están detenidas como corresponde. Cuando las responsables son lesbianas, es bastante más rápido que cuando mata un tipo. Así que dejen de tirar mierda”.

A lo que Belén Francese respondió: “La mierda nadie te la tira, la destilás vos, ignorante, con tu discurso sectario, retorcido y facho. ¿Qué importa la sexualidad de estas bestias? ¿Qué giladas hablás? ¡Aflojá el porro! Te quema las neuronas”.