En qué pensamos cuando hablamos de bullying, qué recuerdo nos viene a la mente, tal vez nuestra época de estudiantes, esa burla constante a tal niño o niña, pero lo considerábamos eso… una burla. Tal vez lo padecimos o fuimos espectadores y tuvimos miedo de defender. Pude darme cuenta de lo que pasaba cuando esos compañeros me hostigaban uno y otro día, que se trataba de bullying ¿o mobbing? No fue muy claro en ese momento. Pero alguien me advirtió que no era normal esa situación y pude defenderme, con las pocas herramientas que tenía.

Cuando este concepto comenzó a conocerse y sus consecuencias, nos provocó un enorme dolor e impotencia. Recuerdo cuando leí sobre el caso de un joven. Se burlaban de él constantemente, fueron muchos años de ese dolor hasta que ocurrió una terrible tragedia. Un día llevó un arma y mató a algunos compañeros e hirió a otros tantos.

Me pregunto si hemos cambiado de perspectiva. Ahora, por ejemplo, ya no permitimos que a algún niño se le diga un sobrenombre descalificándolo o se burlen del niño con anteojos, o muy alto, bajo, o muy estudioso. Hemos dado muchos pasos que ayudan a prevenir el bullying, pero debemos continuar aún con mucho compromiso, porque el desconocimiento o miedo lleva a ocultarlo, a silenciarlo.

Un aporte grande ha sido diferenciar el “conflicto”, que existe en todos lados porque es inherente a las relaciones humanas, como una situación a enfrentar a través del diálogo, la comunicación y el aprendizaje de una sana convivencia. Distinto cuando hablamos de un hostigamiento constante, de una persona o más generalmente hacia otra que le causa un sufrimiento enorme. A veces lo lleva en silencio o, si lo expresa, parece poco creíble, aumentando el dolor y la vulnerabilidad.

Esta diferencia es importante hacerla bien visible, considerarla y es lo que nos lleva a las personas que integramos Abume a trabajar en relación al bullying, que pueda conocerse y la manera en que afecta, buscando todos los medios para prevenirlo y actuar cuando esto no fue posible.

Sabiendo que no es normal este acoso, nos debe impulsar a buscar nuevos caminos y actuar. Como es una realidad que se ha vuelto muy común, tenemos el compromiso de analizar los procesos que ocurren en el interior de todas las instituciones.

La voz del “otro diferente a mi”
 

Es uno de los primeros aspectos a trabajar en las escuelas, entre los jóvenes, en los clubes, en las familias y en cada espacio que alberga a personas. La necesidad de crear un clima apto que favorezca la circulación de la palabra, instaurar el diálogo y “aceptar”, con todas las expresiones fraternas, verbales y no verbales, que indiquen que estamos incluyendo a los demás, reconociéndolos, que tienen valor. Si nuestra mirada es positiva hacia los que están al lado, la correspondencia de sus actitudes se dará en función de esa expectativa.

Debemos recordar que toda valoración positiva permite un sano desarrollo y la negativa, provoca distancia y rechazo. Y ambas dejan huellas.

Darnos el tiempo para aprender 

Es necesario aprender y enseñar todos los contenidos que contribuyen a mejorar la convivencia, identificando los problemas excepcionales como el bullying, de los cotidianos como el conflicto, pidiendo ayuda a organismos especiales en los primeros y haciéndose responsables de los segundos.

Cuando nos proponemos nosotros o lo pedimos a los demás, que expresen valores o aspectos positivos,  de sí mismo o de sus compañeros, hermanos, colegas, al principio obtenemos mucha resistencia. Cuesta mucho, es difícil. Esto nos indica de la necesidad que tenemos de esos aprendizajes y los mismos se logran realizando algunas prácticas con frecuencia:

– La propuesta es “apreciar”, “valorar” a una persona cercana y pensar en tres cualidades positivas que posea, pero además “expresar”, “decirle”, “escribirle” sus cualidades en forma de elogio, caracterización y alabanza.

– Pensar diez frases o palabras que les decimos a los demás, donde estamos limitando sus capacidades o valores (“nunca podés estar quieto”) y transformar en otras donde potenciamos esas capacidades o valores (“qué linda energía que tenés”, “qué te parece si juegas a”)

Darnos el tiempo para escuchar y provocar confianza 

¿Cuánto escuchamos a los demás? O tal vez la pregunta ¿Escuchamos a los demás? ¿Pensamos que escuchar en momentos graves y serios, hasta puede salvar una vida?

Los niños y jóvenes aprenden a observar cuidadosamente, a comunicarse con precisión y a escuchar de manera sensible, si lo aprenden de los adultos, de sus compañeros y si realizan esa práctica con frecuencia.

Un elemento muy importante es la disponibilidad a escuchar, pero primero es necesario hacer silencio, aunque parezca obvio y estar dispuesto a escuchar, porque ya ha dejado lo que estaba haciendo, creando así un momento de confianza para quien necesita decir algo importante. Y también se completa esta actitud positiva de escucha, con la actitud y la postura, en quietud y sin ansiedad, liberada de prejuicios o etiquetas sobre la persona que habla.

Desde ABUME estamos comprometidos en esta tarea, que requiere de grupos, de conjuntos, de muchos. Como dice una fórmula africana, que para educar a un niño hace falta una tribu entera y en eso nos convertimos cuando desde cada ángulo, cada uno hace su aporte para la promoción de una convivencia pacífica.

Por Lic. Graciela Nicosia

Miembro de Asociación Bullying Mendoza