Entre las muchas dudas que están activas de cara a lo que deparará el próximo turno electoral, el de las PASO del 11 de agosto en Mendoza particularmente, aparece con claridad cómo operará en el electorado lo que a nivel nacional muchos dan por hecho: el fenómeno de una brutal polarización entre el nuevo Cambiemos de Macri, Pichetto y compañía y el nuevo kirchnerismo de Alberto Fernández, Cristina y compañía.

El escenario nacional descuenta que la porción del medio que hoy están representando el economista Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey, no tendrá ni para empezar en la confrontación que harán explotar el gobierno y los Fernández. Incluso se especula que, de acuerdo con la configuración electoral que se está dando, ha comenzado a nacer lo que muchos suponen será el nuevo esquema dividido en dos en donde se configurará una suerte de centro derecha por un lado con el centro izquierda por el otro. Se trata de la mutación que transformará definitivamente a los principales partidos que le han dado vida a la política nacional: el peronismo y el radicalismo.

La UCR hace ya tiempo que entró en un proceso de transformación tan brusca que da pie para aventurarle un futuro cercano a la desaparición tal como se la conoció, al menos, hasta la década de los 90. Con el peronismo fragmentado y con representantes en casi todas las listas que competirán por la presidencia en octubre, bien se puede especular con una nueva apariencia, también diferente a lo que fue, y con expresiones, partes o fragmentos que, con el tiempo conseguirán cobijo a un lado u otro de las grandes coaliciones que no pocos analistas e intelectuales están avizorando. 

Sin embargo, persiste una corriente de pensamiento que hoy prefiere ubicarse en un lugar de prudencia y de mucha cautela. Por varias razones, una de ellas es que estamos frente a un electorado “raro” y algo confundido. Aquí en Mendoza, por caso, el consultor Elbio Rodríguez ha descubierto que existe un alto porcentaje de mendocinos que se inclinan a votar por un candidato a presidente distinto de Macri y también de Cristina. Es un electorado absolutamente insatisfecho, que reclama algo diferente a lo que hay. Es por allí que una tercera opción, con la que soñó en algún momento la vieja Alternativa Federal y que hoy se presenta lánguida y desdibujada, podría dar una sorpresa.

A poco más de un mes y medio de las PASO, en Mendoza, Cristina Fernández y Macri se reparten el 52 por ciento del electoral tomando los trabajos de opinión más serios. El 48 por ciento restante será el objetivo de la Protectora de José Luis Ramón que tiene como referente a Lavagna en lo nacional. Ramón está en la búsqueda de un candidato a diputado nacional fuerte que aún no encuentra. Se jugó una carta con el ex gobernador peronista Rodolfo Gabrielli, quien le habría respondido negativamente. Todo en potencial, porque desde el entorno de Ramón aseguran que hubo un ofrecimiento, pero Gabrielli lo niega. Si Lavagna a nivel nacional consigue entre un 16 y 18 por ciento en agosto, de acuerdo con ciertas proyecciones que los defensores de la polarización a ultranza desechan, lo que representa como oferta electoral tendrá visibilidad y automáticamente se incorporará de lleno a la competencia. Nadie se anima a afirmar un triunfo, pero en Mendoza esa expresión del medio estaría a un tris de alcanzar una banca en Diputados de la Nación.

Las coaliciones ya tradicionales, Cambia Mendoza y el Frente Elegí, tienen sus propias preocupaciones. Luego de la rosca necesaria –a la que hay que aceptar–, están frente al desafío enorme de tener que interpretar obligadamente la pesadumbre de los mendocinos, canalizarla y conducirla; y por si fuera poco contenerla en votos a favor.

Difícil para ambos lados. Porque si bien la oposición puede que se encuentre en un lugar de ventaja frente a los claros y enormes yerros que ha tenido la administración nacional desde lo económico, hoy no muestra un plan por donde conducir a la provincia, más allá de las típicas expresiones obvias, remanidas, comunes, similares a las que siempre se han dicho: vamos a generar empleo, pero no se dice cómo; vamos a movilizar la economía, pero no sabemos de qué forma; vamos a recuperar las industrias, las pymes y levantar a los pequeños productores fundidos, pero el asunto es siempre el mismo: falta el cómo.

Ni hablar de la complejidad a la que se enfrenta el oficialismo. Para empezar, tiene que arrancar con el peso negativo de la opinión que tienen los mendocinos, mayoritariamente, de lo hecho por Macri. Tan es así que se prepara, el gobierno de Cornejo, para una derrota en las PASO del 11 de agosto. Y si eso ocurriera, porque la economía no da respuestas y porque no alcanzaría a recuperarse como para cambiarles el humor a los electores como para seguir apostando hacia delante, se escribiría en el escenario un signo de interrogación sobre su inmediato impacto en la elección provincial general del 29 de setiembre.