El presidente Néstor Kirchner encabezará, mañana en San Miguel de Tucumán, la ceremonia central conmemorativa del 190º aniversario de la Declaración de la Independencia. El jefe de Estado arribará, por vía aérea, al aeropuerto Benjamín Matienzo, con asiento en la capital provincial, a las 9,45, acompañado por miembros del Gabinete nacional. Allí será recibido por el gobernador de la provincia, José Alperovich; el jefe comunal de San Miguel de Tucumán, Domingo Amaya, y otras autoridades civiles y militares.De inmediato, el primer mandatario junto con miembros de su comitiva se trasladarán a la Casa Histórica, donde rendirán un homenaje a los próceres de 1816 en el Salón de la Jura de la Independencia.

      Tras depositarse dos palmas de laureles, una con la leyenda “Presidente de la Nación” y otra con “Pueblo y Gobierno de Tucumán”, se entonarán las estrofas del Himno Nacional y luego Kirchner procederá a la firma del libro de visitantes ilustres. Luego, se trasladarán hacia la Plaza Independencia, donde Kirchner dirigirá un mensaje al país desde un palco instalado frente a la Casa de Gobierno de la provincia.

CONVULSIONADA AMÉRICA.

     Hace 190 años, las Provincias Unidas del Río de la Plata declaraban la tan ansiada independencia de España, que, de hecho, habían impuesto los criollos en 1810, mientras el resto de Latinoamérica emprendía nuevamente una lucha perdida contra los realistas y la Europa monárquica se rearmaba. La independencia del Río de la Plata se inscribe así dentro un proceso general en el que los criollos asumen la dirigencia en toda la región. Pero esa dirigencia se debate entre territorios arrasados por la guerra y nuevas y confusas luchas por el poder, en medio de un proceso político que se vuelve en contra de los pueblos originarios y conserva la estructura económico-social de la colonia.

     La Declaración de la Independencia, que fue sancionada “por aclamación plenísima de todos los representantes de las Provincias y Pueblos Unidos de la América del Sud”, como consta en la notificación entregada a las autoridades porteñas, sellaba definitivamente el rumbo de un camino que no tenía marcha atrás: el derrumbe del imperio español, una obra de la misma América.