La relación entre Mendoza y la Nación ha sido tensa en los últimos años bajo la gestión de Alberto Fernández y el fallo en el laudo arbitral por la obra Portezuelo del Viento confirmó que, entre ambas jurisdicciones, no hay sintonía fina, ni la voluntad para saltar sobre la grieta y avanzar en favor del desarollo.

Más allá de la discusión de si Rodolfo Suarez debe recibir o no al presidente, lo que queda claro es cuál es el lugar de la provincia ni bien cambian los signos políticos en la Casa Rosada. En este teatro, hay que analizar si a la Provincia le conviene mantenerse en tratados, como el que rige para el río Colorado, donde hay más pérdidas que ganancias.

A la falta de políticas de Estado, se le suman las arbitrariedades en el reparto de los fondos discrecionales por parte de los distintos organismos y ministerios nacionales, que hacen que la Provincia quede última en el reparto por persona de estos recursos, superada por San Juan y San Luis, incluso.

En suma, Portezuelo es el síntoma de una relación desgastada, tensa y con la cancha inclinada más hacia los vecinos que hacia los mendocinos. Con todo, no hay que caer en los nacionalismos de patria pequeña, porque a nada conducen, pero mientras el mapa sea desfavorable, los pocos recursos que tenemos hay que utilizarlos de manera estratégica y prioritaria, sin despilfarros.