La década de los 90 en el país puede ser vista como una época maldita, para algunos, o como una de las mejores que ha vivido el país, desde el regreso de la democracia. Todo, por supuesto, dicho en términos simplificados, que es como se entienden actualmente los fenómenos más complejos y las polémicas más voraces de la coyuntura, más que nada, en redes sociales.

Pero con todo lo bueno y lo malo que contuvieron esos diez años al calor del menemismo y la convertibilidad, aún los que la reivindican hoy tienen que reconocer que a la distancia es un espejo necesario, cuando no incómodo. Porque de aquel laboratorio liberal a este, hay que aprender de los errores o, al menos, de lo que ya no se quiere.

Por aquellos días, mientras la economía se reordenaba, crecía un problema. La desocupación. Con aquel gobierno de Carlos Menem, el desempleo llegó al 14%. La revisión actual de algunos economistas liberales de esa época apunta que las medidas que se implementaron desencadenaron un costo social gravísimo. De aquellos años también quedaron los piqueteros, los primeros movimientos sociales que cortaron rutas porque sus pueblos se morían.

La cuestión social no es algo que deba dejarse de lado. Aún cuando la actual conducción de la Casa Rosada arengue que el Estado presente ya no va más, algunas medidas, como el aumento de las asignaciones sociales, el Progresar o la tarjeta Alimentar, dan la pauta de que buscan no descuidarse y que la red asistencial pueda contener a los que son afectados por la inflación.

Pero el desempleo es algo que ya preocupa en el mediano y en el corto plazo. Está en las encuestas sobre los temores que se palpan en la calle a la par de los precios y la inseguridad. Arreglar la macroeconomía es una tarea descomunal, se entiende. Pero lo urgente no puede descuidar lo importante.

Algo más sobre el Estado. Lo mencionó otro liberal, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou. En pocas palabras, dijo: “Qué difícil gozar de la libertad individual si se vive en un rancho, si no se tiene acceso a la salud, si mis hijos no estudian y no tienen una luz al camino para esforzarse. Tenemos que tener un Estado fuerte para que el individuo pueda gozar del ejercicio de la libertad”.