Venezuela vuelve a ser una espina dolorosa para los gobiernos de la región, especialmente, para Argentina, cada vez que la cuestión de los derechos humanos, la democracia y cómo se aplica el feroz régimen de Nicolás Maduro en ese país son motivo de discusión en los foros internacionales.

Argentina adoptó una postura más light; ligera, respecto de la historia más reciente de su afinidad con el chavismo, pero también liviana con relación a las condenas que otros presidentes reclaman contra las arbitrariedades del Gobierno bolivariano. Lo es ahora con la inhabilitación de una dirigente opositora para participar en una elección.

La posición de Argentina se ha ido corriendo a tal punto que prefiere una mesa del diálogo. El problema es que el chavismo no dialoga, impone, directamente. De esta manera, los venezolanos seguirán abandonados a su suerte mientras nuestro país sigue ubicado en el lado equivocado de la historia.