Ángel Pivetta, de 76 años, fue uno de los máximos referentes del arbitraje mendocino. Hijo de Ítalo Pivetta, otra institución en el mundo de los colegiados, marcó una época y es recordado en una de las funciones más controversiales dentro del mundo del fútbol.

¿Puede alguien imaginar un partido sin árbitro? Sería imposible. Lo que se encuentra en juego es demasiado importante. Pero sobre todo es un espectáculo que logra alinear a inmensos contingentes humanos a favor y en contra de los equipos. Los estadios se llenan, la pasión se instala en las tribunas y cada uno de los hinchas ve lo que quiere ver, inundado por sus amores y sus fobias. Es muy difícil encontrar en el calor de los acontecimientos al fanático que reconozca que su equipo cometió una falta, y por el contrario, es recurrente el comportamiento de que sólo se ven infracciones en el lado contrario. Por eso y porque los jugadores tampoco suelen reconocer sus golpes, manos, barridas por la espalda, se requiere de un árbitro. Por supuesto, los árbitros en ocasiones se equivocan, pero el juego sería imposible sin ellos.

En el mundo del arbitraje futbolístico de nuestra provincia, el apellido Pivetta suena fuerte. Ángel, quien fue la primera persona encargada de impartir justicia en el estadio Malvinas Argentinas, contó que siente mucho esta profesión. “Ítalo Pivetta era mi padre, él también fue árbitro, era una institución. Yo heredé esta pasión y debo decir que nosotros llevamos el arbitraje en la piel”, contó.

Remontándonos a épocas anteriores, con un partido amistoso entre la Liga Mendocina de Fútbol y la Liga Sanrafaelina se inauguró el Estadio Provincial unos días antes del comienzo del Mundial 1978. Ángel Pivetta fue el juez principal y recordó el momento: “Tuve el honor de ser designado por ser el mejor promedio de los árbitros, para dirigir el partido inaugural del estadio Malvinas Argentinas, entre el seleccionado de la Liga Mendocina y la de San Rafael. El otro árbitro que me seguía era Pedro Castellino, un gran amigo mío“.

“Ese día tenía una emoción tremenda porque la cancha estaba que explotaba. No se cobró entrada, el acceso era libre. Después, volví a verlo lleno cuando vino a jugar Valencia en donde jugaban Mario Kempes y Darío Felman”, continuó. Y agregó: “Uno recuerda esos momentos con mucho cariño porque ahora sí ganan bien los árbitros, en esa época éramos prácticamente amateur“.

La llegada de la tecnología

Desde el inicio de la implantación del VAR he sido crítico con el sistema aunque no estoy en contra de la tecnología, pues es imparable su avance y utilidad (la línea de meta) pero mantengo que esto es otro futbol, diferente del genuino y tradicional, y a los hechos me remito, ante las polémicas derivadas del manejo (en el buen sentido) de la aplicación del VAR.

El árbitro es humano, y como tal se equivoca y comete errores como un jugador más, pero en el futbol profesional actual, la figura del mismo y su equipo de ayudantes  queda en un segundo plano y condicionada con la interpretación, también humana, de la tecnología.

En relación al video arbitraje, opinó: “En ciertos aspectos, el VAR ha mejorado un poco, porque evita las polémicas. Antes uno sancionaba un penal y se venían los  once jugadores a rodear al árbitro para decir que fue o no penal. De hecho, se expulsaba a los jugadores porque se sobrepasaban en la protesta. Ahora te anulan un gol por una posición adelantada con el hombro, ha cambiado mucho”.

“Antes, el arbitraje era otra cosa. Ahora yo, con prótesis, dirijo River – Boca desde el alambrado olímpico. Con la ayuda de la televisión, los árbitros casi no tienen decisión. A ellos les avisan por la cucaracha y les dicen si fue gol, penal, falta, offside, etcétera. Antes teníamos que tomar las decisiones en la cancha porque no disponíamos de la tecnología ni del tiempo que se toman los árbitros para ver las jugadas“, añadió.

Los recuerdos

Pivetta rememoró sus grandes momentos dentro del mundo del fútbol. Le tocó dirigir a grandes cracks y reconoció que “el jugador que más me gustaba dirigir era Víctor Legrotaglie. Era muy respetuoso y, además, amigo. También, Badía, el Cura Vergara, el Gringo Mémoli y el Chalo Pedone, eran jugadores muy frontales“.

Con un tono melancólico recordó que “antes era hermoso dirigir un San Martín – Palmira, un Gutiérrez – Maipú. Ahora se perdió el interés por el fútbol local. Con la tecnología se perdió la pasión. Un jugador hace un gol y lo primero que mira es al árbitro para ver si es válido, es mucho más trabada la dinámica”.

Al ser consultado por el rendimiento de los hombres de negro actuales, dijo: “No opino de los árbitros de ahora porque no voy a la cancha, porque he perdido el interés. Sí puedo nombrar algunos que me gustan, como Javier Castrilli, Wilmar Roldán, que tiene una gran jerarquía y presencia, no quiere tomar protagonismo y cumple con su misión“.

Por último, rememoró su final en el arbitraje: “Yo dejé de dirigir después del Mundial ’82, que se jugó en España. Esguince de cadera, el doctor de la Liga me hizo una revisación y me mandó al traumatólogo. Me hicieron radiografía y ahí no me permitieron continuar”.