Todo concluye al fin, nada puede escapar… dice una canción muy conocida, típica de fogón de hace mucho tiempo. Y lo que se está terminando en poquitos días es este 2025.
Hay quienes eligen declarar propósitos para cumplir a lo largo del año que empieza y tratan de recordar – u olvidar según sea el caso- los que se habían fijado para el año que se va. “Mi objetivo del año es bajar cinco kilos”, “Yo quiero empezar a hacer ejercicio físico, me voy a descargar la app FIT y voy a caminar, mínimo diez mil pasos por día”, “Voy a anotarme para aprender inglés, no puede ser que no sepa ni siquiera qué significa ON, OFF”, “Voy a dejar de comprar cosas por internet”, “El año que viene no me voy a llevar ninguna materia”… son algunas de las muchas cosas que suelen comentarse. Están los ambiciosos que declaran sin demasiada planificación “Este año me voy a ir a vivir solo”, o los muy abstractos “Voy aprender a vivir el momento, no me voy a hacer problema por nada”.
El año arranca, día por día, mes por mes y de pronto te encontrás con que es 7 de junio, hace un frío bárbaro, igual que los últimos días de esa semana y venís desayunando todas las mañanas tortitas raspadas o pinchadas mojadas en el café con leche. Y el domingo, además, te juntaste a tomar mate con facturas y tortitas de hoja en la casa de un amigo. La aplicación cuentapasos está descargada desde el 1° de enero –según las estadísticas es la fecha en que más se bajan ese tipo de aplicaciones, y también en el comienzo de la primavera- pero cuando llega mayo, por ejemplo, y te acordás de abrir ese ícono con forma de corazón, te das cuenta de que está lleno de circulitos incompletos, señal de que no se cumplió la caminata propuesta.
El curso de inglés, en algún momento del mes de marzo escribiste en el buscador de Google la palabra idiomas pero ni te acordás qué lugares aparecían. Y las compras por internet, seguís teniendo el dedo flojo y compraste una batidora de mano, un trapeador de microfibra con balde y sistema centrífugo de escurrido, una cortina black out para el lavadero, un set de tupper y un kilo de porcelana fría porque querés hacer los souvenirs con forma de babero para cuando nazca tu ahijada. Las materias, todavía en septiembre pueden salvarse la mayoría, salvo matemática, que antes de las vacaciones de invierno pensaste: “No quiero ver más hojas cuadriculadas”. Lo de irse a vivir solo… el cambio más grande fue en la habitación, renovar el velador que tenía una base de pelota de fútbol, por uno de brazo flexible y luces led. Vivir el momento… la gastritis crónica te sigue acompañando como en los últimos años.
La clave es darse cuenta de que el comienzo de año no es como estar parado frente a la torta llena de velitas, no tenemos que pedir deseos. Lo mejor es ir por un camino alcanzable y así se garantiza cumplir esos pequeños sueños. Por ejemplo, un buen objetivo es “Quiero aprender a hacer panqueques” -siempre y cuando tengas a alguien de confianza que te enseñe- o “Voy a poner una maceta en el patio” o, si nunca viste la película Volver al futuro, que dura casi dos horas, que tu propósito sea mirarla, el año te da 8760 horas para cumplirlo. Si el 31 de diciembre del año entrante te diste cuenta de que no la viste aún, siempre te queda un rato, antes de la cena para buscarla en YouTube y verla mientras preparás la ensalada de fruta. Y lo mejor es que vas a haber descubierto un peliculón que, encima, tiene parte 2 y parte 3 ¡Bingo! Ya hay objetivo para el nuevo año.
