La idea de vivir de manera permanente bajo tensión es desgastante. La agenda parece no terminar nunca. Y los temas van apareciendo uno tras otro, a tal punto, que  resulta fácil tejer teorías conspirativas, más allá de que sean sólo meras elucubraciones. Sin embargo, está claro que en medio de una crisis social, siempre alguien sale  beneficiado. Y, en este punto, todas las miradas hacen foco en el mismo lugar. Más que nada, por antecedentes. En Argentina no existe otro concepto de oposición política que no sea el de provocar desestabilización. En ese contexto, los gremios han jugado siempre un papel clave. Apoyarán a quien les garantice la caja. Poco importa  el derecho de los trabajadores. El asunto está en otro lado. Y en épocas de crisis y ajustes, ante la posibilidad de ser objeto de recortes, harán alianzas estratégicas. El  dilema es saber a qué costo y hasta dónde están dispuestos a jugar para defender esos intereses. El límite es poner en riesgo la vida de la gente. El miedo es que ya no  les importe ese límite.