La reentrada en la atmósfera terrestre es un momento crítico para todas las naves que regresan a nuestro mundo. El roce con esta “capa protectora” provoca una fricción que eleva la temperatura a miles de grados, fundiendo incluso las partes más voluminosas de las sondas.

Para conocer de primera mano cómo afecta a la tecnología, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha llevado a cabo un experimento de laboratorio: poner un satélite espacial en un túnel de viento de plasma para poder observar el segundo a segundo de la acción.

Tal y como muestran las imágenes, el objeto queda casi totalmente desintegrado. Y esto es algo bueno, ya que permite deshacernos de la basura espacial sin que esta llegue a ser un problema ni para nuestra órbita, donde miles de objetos están vagando, ni para la vida en la Tierra, que en su mayoría ni siquiera se entera de estas reentradas.

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“Al probar los umbrales de calor de los satélites, los ingenieros pueden diseñar naves espaciales que sean lo suficientemente robustas para hacer su trabajo, pero que también se quemarán de manera segura en la atmósfera durante su caída a la Tierra”, afirman en un comunicado desde la ESA. Porque el problema de la basura espacial cada vez es una cuestión más acuciante.