Desde el primer semestre del 2004, la cantidad de personas que acude a pedir asesoramiento por situaciones de violencia intrafamiliar se ha duplicado. Así lo demuestran las estadísticas recabadas por el programa Vivir Sin Violencia, perteneciente al Instituto de Políticas Públicas para la Equidad entre Hombres y Mujeres (Ippehm) del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia.

      El informe elaborado por la socióloga Débora Robledo indica que, mientras entre enero y junio del 2004 fueron 133 las nuevas atenciones brindadas, en el mismo período del 2005 estas treparon a 225. Mientras que, durante la primera etapa de este año, 257 personas solicitaron asesoramiento por primera vez.

      LOS MOTIVOS. Para la licenciada María Inés Capmany, la información que arrojan estos datos no tiene que ver con un incremento en la problemática, sino con que, en la actualidad, existe mayor cantidad de herramientas para abordarla. Entre estas, destacó la creación de la Ley de Violencia Familiar y de los juzgados de Familia y la existencia de programas a nivel gubernamental que se dedican específicamente a proporcionar contención, más allá de lo legal. “Antes, una mujer que padecía violencia sólo podía acudir a la policía a hacer la denuncia.

     Hoy existen otras alternativas para la resolución de conflictos que no necesariamente pasan por lo penal”, aseguró la psicóloga. Esto guarda relación con otros dos temas: las motivaciones y las derivaciones de las consultas. En cuanto al primer aspecto, es el abuso psicológico la problemática que más anima a las personas a consultar. De esta manera, mientras los asesoramientos por maltrato psíquico fueron 194, los que involucraron agresión física se ubican detrás, con 140 consultas.

    En tercer lugar se sitúan las personas que solicitan orientación por abuso económico –91 casos atendidos– y, por último, los sexuales, con apenas 13 orientaciones solicitadas (ver recuadro). La especialista indicó que si bien se trata de una modalidad de agresión que no puede justificar una denuncia policial, sí está contemplada en la ley y, por lo tanto, es atendida en los juzgados de Familia. Desde allí se deriva el 60 por ciento de casos que el instituto recibe,muchos de los cuales son enviados como sugerencia para cortar el círculo de agresión antes de que la situación se agrave.

    MÁS HOMBRES. Si bien el informe demuestra que aún son las mujeres las que más consultan –así sucede en el 86 por ciento de los casos–, cada vez son más los hombres que se acercan al programa. Los números son elocuentes y muestran que el 14 por ciento de los varones que solicitaron asesoramiento durante el primer período del 2006, casi triplican la cantidad de los que pidieron ayuda durante los primeros seis meses del 2004.

     Sobre la atención psicológica y social más pedida, el 75 por ciento de quienes acuden lo hace por padecer violencia, mientras que el 19 por ciento forma parte de una relación de agresión cruzada, y el 6 por ciento restante es quien ejerce la violencia dentro del vínculo. La psicóloga explicó que si bien no hay registros exactos en cuanto a las situaciones de maltrato mutuo atendidas en el programa durante años anteriores, desde su experiencia en consultorio puede asegurar que sobre esta problemática se ha consultado más.

     Este tipo de agresión se caracteriza por un vínculo violento que se da con absoluta paridad, tanto desde el terreno físico como utilizando la manipulación psicológica, económica o sexual. El incremento puede explicarse por los cambios que ha experimentado la mujer dentro de la sociedad. Antes, resultaba más común que el maltrato fuese unidireccional, aquellos en los que el hombre castigaba y la mujer sentía merecer el maltrato. Si bien esto no ha dejado de ocurrir,hoy las mujeres conocen más sus derechos y se relacionan con el hombre desde un lugar de igualdad, por eso es más frecuente que la agresividad sea mutua.

     QUIEBRE DE ACUERDOS. La gran pregunta en esta problemática sigue siendo qué es lo que provoca que una pareja en la que no existe otra forma de relacionarse pueda hacer el quiebre y pedir ayuda. Capmany argumentó que esto ocurre, generalmente, cuando se rompen los consensos implícitos rígidos. Esto es, los acuerdos con los que cada pareja subsiste, aún sin haberlos puesto de manifiesto en palabras. “Cuando uno de los dos rompe este consenso es cuando el otro reacciona. Conozco casos en los que la mujer ha sido golpeada durante 30 años, pero basta que el marido maltrate una sola vez a un hijo para que ella asista a la policía”.