Con el VIH, como con el resto de las enfermedades de transmisión sexual, existe cierta laxitud en los métodos de profilaxis. Es consecuencia de la falta de campañas que sirvan para concientizar sobre los riesgos de mantener relaciones sin preservativo. Y tiene que ver, también, con la desaparición de la agenda que manejan a diario los medios de comunicación.
El surgimiento de nuevos tratamientos y terapias para mejorar la condición de vida de los enfermos hizo, sin querer, que se le perdiera el miedo y el respeto a la posibilidad de contagiarse. Por eso, no llama la atención que muchas personas que contrajeron el virus no estén al tanto de esa condición; porque, además del escaso cuidado previo, tampoco se preocupan por los controles posteriores. Directamente, no registran la posibilidad y, de ese modo, alargan la cadena de contagio.
Más allá de que la ciencia asegure que la cura definitiva está cada vez más cerca gracias al avance de las investigaciones, la clave sigue pasando por la responsabilidad, por la información y la prevención. Esos tres conceptos son poderosos.