Que en las escuelas haya cientos de bancos y de alumnos no es ninguna novedad, pero que allí mismo hayan alumnos y un “banco” donde realmente se realicen transacciones pasa a ser preocupante. Es que en la escuela urbano marginal Nº1-694 Bernardo Razquin, escondida en medio de los barrios Higueritas y UTMA de San Francisco del Monte, Guaymallén, se está gestando, literalmente, una mafia a pequeña escala.

      Los relatos de chicos de ese establecimiento, así como los de la propia directora, Estela Maris Páez, dan cuenta de la existencia de una banda de tres estudiantes de séptimo año – quienes ya han sido identificados– que cobra a los alumnos menores una cuota mensual –entre 5 y 10 pesos– o les quitan las golosinas a cambio de no golpearlos o de brindarles seguridad puertas afuera de la institución.

MATONES.

       “Al que agarran y no cumple, lo cagan a piñas. Y ahora se la han agarrado con un compañero que viene de otra provincia, al que lo tienen amenazado si no paga”, dijo ayer a El Sol un alumno que cursa con los matones y que prefirió reservar su identidad. Los padres de estos chicos ya han sido avisados y advertidos de las oscuras maniobras que realizan sus hijos, pero sólo se han limitado a desestimar y a quitarle interés a la denuncia. Asimismo, hasta ahora, la Dirección General de Escuelas (DGE) no ha tomado cartas en el asunto, a pesar de que los supervisores están al tanto de la situación.

 CÓDIGOS ADULTOS.

       “Estamos ante un problema cultural que se ha arraigado en estos chicos, sobre todo por las condiciones en las que viven. Son chicos que están hasta tarde en las calles y se manejan con códigos y técnicas de adultos. Esta escuela trabaja con el alma y trata de contrarrestar esas carencias, pero estamos muy preocupados. Lamentablemente, los padres están en la postura de la negación”, expresó ayer a El Sol la directora y agregó:“Se trata de una pequeña mafia, que realiza sus transacciones dentro de la escuela para actuar fuera de la institución”.

       Por otra parte, la profesional explicó que, actualmente, en el establecimiento hay alrededor de 50 alumnos que están bajo observación permanente del gabinete psicopedagógico, ya sea por problemas de aprendizaje o de conducta.

PROTECCIÓN.

      “Son líderes negativos que utilizan la institución para sacar provecho. Obligan a pagar una cuota de protección para brindar cuidado y no golpear. En realidad, hay distintas modalidades para operar. Por ejemplo, también hay chicos que les pagan a ellos para que les peguen a otros”, indicó Páez. En la escuela, todos los consultados por El Sol están al tanto de lo que sucede.

      A algunos les pegaron porque sí, a otros les quitaron la merienda de prepo y muchos conocen a amigos o compañeros que han sido víctimas del hostigamiento para pagar la cuota. “Nunca me ha pasado nada y no he pagado, pero hay chicos que me amenazan. La banda esa cobra una cuota como de 5 pesos y al que no la paga lo hacen sonar”, dijo una alumna, quien también optó por no dar su nombre.