El baño nos limpia, pero también nos relaja, hasta nos pone de buen humor. Un baño hace que nos reencontremos sin impurezas que desmerezcan las impurezas que portamos dentro. Muchas religiones le atribuyen un significado ritual purificador al baño, ya sea por el carácter sagrado que el agua tenía para algunas de ellas o porque tener limpio el cuerpo también simbolizaba tener limpio el espíritu. La ley mosaica, la de Moisés digo, prescribía el baño en muchos casos de impureza legal. El judaísmo acentuó la importancia del baño ritual purificador.

   En el hinduismo, la inmersión en determinados ríos como el Ganges es motivo de peregrinaciones. El Corán prescribe minuciosamente el proceso de lavado que ha de preceder a la oración. Me parece que los argentinos estamos comenzando a darnos un baño purificador para sacarnos de encima las lacras del pasado, las basuras del pasado y nuestras propias roñas acumuladas. Creo, ojalá que así sea, que nos estamos sumergiendo en las aguas del hoy con la clara intención de llegar limpios al futuro.

   Es más, creo que no sólo es un ritual purificador, sino un baño preparatorio antes de un gran cambio, como el que tomaba el caballero antes de ser armado o, tal vez, como remedo, como regreso al bautismo cristiano. Amén.