José Eduardo Gómez Díaz tiene 40 años y purga una condena de 20 años por un asesinato ocurrido el 15 de junio del 2014 en Maipú.

A la víctima fatal de ese hecho de sangre, Martín Clohesey, un santafesino de 29 años, la atacó a golpes con un amigo porque se había propasado con su sobrina y quiso abusar de ella. Mientras agonizaba, lo empalaron por el ano en clara venganza por la agresión sexual que había sufrido la mujer.

A Gómez, sus amigos lo llaman Tyson porque practica boxeo desde hace mucho tiempo y sus conocidos le ven un parecido a Mike, el ex peso pesado norteamericano que reinó en ese deporte durante la décadas del 80 y 90.

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En la penitenciaria, guardias y reos que comparten pabellón le tienen respeto. Es un interno de buen comportamiento, que respeta las normas de convivencia. Inclusive, estudia una carrera universitaria.

El Tyson Gómez tiene una historia de vida particular: en el 2013 fue el testigo reservado en el expediente por el asesinato durante un asalto del médico Sebastián Prado en la Sexta Sección. Actualmente, es pieza clave después de la reactivación de esa investigación.

Fue el hombre que estuvo en el asentamiento Malargüe y les marcó a los efectivos de la Dirección de Inteligencia Criminal (DIC) de aquellos días, que los autores del ataque sobre calle López de Gomara habían sido dos que él conocía: Jhonatan Johnny Morales e Ismael Pipi Merlo, ambos de 31 años (nacieron el 10 y el 2 de diciembre de 1986, respectivamente).

Ambos sospechosos fueron detenidos los días posteriores al crimen del traumatólogo del Hospital Central.

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El primer fiscal que tuvo la causa, Daniel Carniello, imputó y envió a la cárcel a los acusados. Sin embargo, al poco tiempo los liberó por falta de pruebas.

Apareció un testigo en la causa, patrón de Morales, y dijo que había estado trabajando como cocinero en su local de calle Colón, en Ciudad, mientras Prado era ejecutado de tres balazos por resistirse a entregar su Renault Duster con sus pequeños hijos en la puerta de su casa. A pesar de que volvieron a la calle, los dos acusados nunca fueron sobreseídos.

Este año, después de otro asesinato ocurrido en Colonia Molina, Guaymallén, que tuvo como víctima al artista chileno José Álvarez (70), Morales volvió a caer en las redes policiales y judiciales como sospechoso.

Con él fue atrapado un joven identificado como Lucas Ezequiel Orozco (24), quien habría participado en el hecho para robarle pertenencias a la víctima. 

Este joven confesó la autoría y dijo que Morales estaba con él. Y dio un dato que abrió los ojos de los detectives: relató que Morales le había contado que había participado en el crimen de un médico años atrás y que había logrado zafar.

Los pesquisas de la fiscalía de Homicidios, ya con Claudia Ríos como fiscal, pidieron la captura del Johnny por el asesinato de Prado ante la nueva prueba testimonial.

La misma suerte corrió el Pipi Merlo, quien fue capturado en febrero ante los nuevas pruebas incorporadas, en un domicilio del complejo La Favorita, en Capital. Y citaron otra vez al Tyson para que detallara lo que sabía del caso del médico. No se opuso cuando lo llamaron y lo trasladaron ante el Ministerio Público.

Antes de hablar, y mostrando respeto ante las autoridades, pidió que le quitaran la figura de testigo reservado.

Firmando con nombre y apellido, sin temor por las consecuencias, volvió a marcar al Johnny Morales y al Pipi Merlo como los dos jóvenes que llegaron en moto y armados la noche del crimen de Prado al ex asentamiento Malargüe, ubicado por esos días en Suipacha y Tiburcio Benegas (donde hoy levantan cientos de departamentos del Procrear) y dijeron que se habían mandado una cagada y que tenían que deshacerse de un arma de fuego.

El Tyson se encontraba en el sector y agregó que hablaban de un revólver calibre 32, el mismo que se utilizó para dar muerte al médico durante el asalto. Esa arma nunca fue hallada pero los detectives no descartan ubicarla con el avance de la nueva instrucción.

El miércoles se realizó la audiencia oral de prisión preventiva ante la jueza Patricia Alonso, que definirá la semana que viene si ambos sospechosos deben seguir en la cárcel por el crimen de Prado. Y el Tyson fue uno de los testigos más destacados. 

Es más, hasta la fiscal y la querella, a cargo del abogado Facundo Garnica, señalaron que el testigo no tiene problemas en participar en un careo con el Pipi y el Johnny para confrontar las versiones. Sebastián Prado tenía 38 años, estaba en pareja con Carla Santarelli y tenía dos pequeños hijos.

Sorprendido

La noche del viernes 6 de setiembre del 2013, un malviviente lo abordó en la puerta de su casa cuando se estaba por ir a un cumpleaños. Sus hijos estaban en su Renault Duster.

Ofreció resistencia porque no quería que se llevaran el vehículo con los niños adentro. Sufrió tres balazos tras un forcejeo y murió a los pocos minutos.

Un cómplice esperaba al homicida en moto en la esquina de calle López de Gomara, que tiene una sola salida hacia el este.  

El caso se transformó en uno de los más impactantes de los últimos años y, ante la aparición de nuevas pruebas, la fiscalía entiende que está frente a los dos autores de hecho, que está calificado como homicidios criminis causa.

Empalado por intentar abusar de una joven

Martín Clohesey tenía 29 años y fue asesinado en Maipú el 15 de junio del 2014. Lo atacaron a golpes y lo empalaron. Tenía problemas de consumo de drogas.

Su cuerpo, desnudo, fue hallado frente al country El Torreón. Por este hecho, José Tyson Gómez y Jesús Lobos fueron condenados a 20 años de cárcel.

Trascendió que atacaron a la víctima porque había querido abusar de una mujer, sobrina del Tyson.