Donald Trump hizo este martes su última visita como presidente de Estados Unidos al muro en la frontera con México, una promesa electoral que ha cumplido sólo a medias, y recuperó su discurso antiinmigrante para intentar convencer a su sucesor de no cambiar por completo su política sobre asilo.

Ocho días antes de abandonar la Casa Blanca, Trump se desplazó hasta la localidad fronteriza de Álamo (Texas) para inspeccionar los avances en la construcción de la barrera, que el presidente electo Joe Biden ha prometido detener.

“(La del muro) es una historia de éxito”, defendió el presidente saliente. 

En los últimos cuatro años, EEUU ha invertido 15.000 millones de dólares para erigir la promesa electoral estrella de Trump, y ha construido esa valla a lo largo de 727 kilómetros (452 millas) de frontera, lo que cubre más de una cuarta parte de los 3.145 kilómetros (1.954 millas) que separan su país de México.

La mayor parte del “muro” construido remplaza una valla que ya existía, y aunque Trump ha defendido su eficacia, lo cierto es que no ha cumplido la parte de su promesa  que más entusiasmaba a sus seguidores: la garantía de que México pagaría el proyecto.

Trump no mencionó esa parte de su promesa durante su visita al muro, y, de hecho, dio las gracias al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, por “su  amistad”, y, en particular, por el acuerdo que permite a EEUU enviar a miles de indocumentados a esperar en México sus citas en tribunales migratorios estadounidenses.

Más de cinco años después de iniciar su campaña electoral con insultos a los inmigrantes mexicanos, Trump volvió a describir como criminales a los indocumentados que  llegan a EEUU, sin matices, en un intento de defender su legado en materia de migración.

“(Si Biden acaba con mi política migratoria), será una calamidad absoluta para la seguridad nacional, la seguridad pública y la salud pública. Destruirá millones y millones de empleos y se llevará miles de vidas inocentes”, advirtió Trump.

El mandatario volvía así a referirse de forma hiperbólica a las amenazas que, a su juicio, representa la inmigración ilegal, después de una campaña de reelección en la  que casi no habló de ese tema, decisivo para su ascenso al poder en el 2016.

“Si se revierten nuestras medidas en la frontera, se desatará un maremoto de inmigración ilegal, una ola como la que nunca hemos visto, y puedo decirles que ya están  empezando a venir olas, desde una distancia de 2.000; 1.000 y 500 millas vemos que vienen”, insistió el presidente. 

Biden prometió el año pasado que no erigirá “ni un pie (30 centímetros) más” de muro en la frontera cuando llegue al poder, el lunes 20, pero no planea derribar la  parte de barrera ya construida bajo el mandato de Trump.

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés) dijo la semana pasada que tiene fondos para completar otras 300 millas de muro y que planea adjudicar  contratos para hacerlo antes de que Biden llegue al poder, lo que promete complicar los esfuerzos del presidente electo para frenar el proyecto.

Trump ha defendido categóricamente la eficacia del muro, pero los expertos no tienen tan claro que haya ayudado a disminuir la inmigración ilegal y el narcotráfico a EEUU, y creen que tendrán que pasar años para analizar objetivamente esa cuestión.

Las aprehensiones de indocumentados en la frontera se dispararon en el año fiscal 2019 y cayeron a la mitad en el ejercicio siguiente, marcado por el inicio de la pandemia, pero volvieron a subir en octubre y noviembre.

En cuanto al resto del legado migratorio de Trump, el equipo de Biden ya adelantó en diciembre que tardarán “meses” en revertir las políticas actuales para restringir el acceso al asilo en EEUU, en un intento de contener el “efecto llamada” que puede generar el relevo de poder en Washington.

Biden ha prometido anular el acuerdo con México para enviar a los indocumentados a esperar allí sus citas con tribunales migratorios estadounidenses (llamado Protocolos de Protección a Migrantes, o MPP), así como los acuerdos de “tercer país seguro” con Guatemala, Honduras y El Salvador.

Trump auguró un efecto “desastroso” si Biden elimina los acuerdos con esas últimas tres naciones, que permiten a EEUU deportar a los refugiados que llegan a su territorio y no han pedido asilo en el primer país que pisaron al salir de su lugar natal.

También instó a Biden a mantener en pie una orden sobre la frontera emitida al comenzar la pandemia, y en la que se basa ahora Estados Unidos para enviar a México a más de 90% de quienes cruzan ilegalmente la frontera.

“Tenemos áreas de la frontera que están en muy buena forma, pero en el otro lado, en México, están sufriendo mucho con el virus”, afirmó Trump, que lidera el país con más contagios y muertes por COVID-19 del mundo.

La última visita de Trump a la frontera suscitó protestas de líderes progresistas y residentes locales.

“Ningún intento de reescribir el pasado borrará los fracasos de Trump. La historia juzgará a su gobierno por sus numerosos crímenes contra la humanidad, incluida la cruel separación de niños y sus familias, muchas de las cuales aún no han vuelto a reunirse”, dijo en un comunicado el presidente de ese caucus, Raúl Ruiz.