¿Discutir para ganar una contienda o para ponernos de acuerdo? Argumentos tenemos todos y, cuando algún argumento ajeno contrasta con el nuestro, discutimos. Es el famoso disenso del que, se dice, se nutre la democracia. Lo interesante es que, cuando ocurre una de estas disputas orales, aquellos que participan en ella salgan enriquecidos del enfrentamiento, ambos, quiero decir con su verdad perfeccionada por la verdad del otro o persuadido de que existe otra verdad que es más verdad.
Pero ocurre que no siempre la superación es el objetivo, ocurre que el objetivo es deportivo: se trata de ganar una discusión. Ocurre en todos lados y está ocurriendo en estos momentos. El término testarudo designa a aquel que se mantiene en una actitud u opinión a pesar de tener en contra razones convincentes para desistir.
Dicen los testarudos:“ Yo no voy a dar el brazo a torcer”. La expresión implica un dolor, a mí no me van a provocar dolor con sus argumentos, por más valiosos que sean. Y nadie le está pidiendo eso, le están pidiendo el brazo para sellar una coincidencia. Si los argumentos del otro son valiosos, no hay dolor en el intercambio, hay bienestar al final de él.
Los días serían mejores si todos los que participamos de ellos fuéramos al encuentro del versus con la actitud de lograr un acuerdo. Si lo quieren ver por el lado del deporte: lograr un empate digno, del que ambos salgan ganando.