El hombre va a navegar el cosmos, el sistema solar, las galaxias cercanas, el universo apreciable, para descubrir cosas para el asombro, y seguramente las encontrará. Pero aún no ha descubierto muchos secretos y enigmas de su propia casa, de nuestra tierra. Guardemos un poco de asombro porque todavía este planeta esconde cosas que habrán de sorprendernos. Hay un lugar en Bolivia llamado la selva de Madidi, es un parque nacional con variedades de animales y de árboles muy especiales.

    Pero es mucho más que un reservorio de biodiversidad de valor incalculable. También atesora las huellas de la historia de la América profunda. Un antropólogo argentino junto con colegas bolivianos se ha internado hace pocos días en ella en busca de… un pueblo desaparecido. Es decir, una comunidad indígena que se supone que existe pero que no tiene ningún tipo de contacto con nuestra civilización: los toromonas.

    Al parecer, los toromonas dieron refugio a los Incas que huían de las matanzas de los conquistadores hace quinientos años. Los últimos contactos con ellos ocurrieron a fines del siglo 19, cuando escaparon de los explotadores del caucho en el Amazonas, quienes los usaban como mano de obra esclava. Desde entonces no se sabe nada. Es decir, los civilizados no sabemos nada. Los indios de esas regiones dicen que están, que viven, que perduran, que se ocultan, que viven desnudos, que son salvajes, feroces y les tienen miedo. Han advertido a los expedicionarios que no sigan avanzando si encuentran una flecha clavada en un árbol, que sólo lo hagan si encuentra recipientes con agua y alimentos.

    Dicen que en el sistema solar y en otros sistemas que los científicos han estudiado no hay vida inteligente. No estoy seguro, a lo mejor saben bien de nuestra existencia y no quieren entrar en contacto con nosotros, ese hecho los catalogaría de superinteligentes. Tal vez sea el caso de los toromonas, porque su aislamiento, porque su ocultamiento al parecer obedece a que no quieren tener contactos con hombres tan crueles y desalmados como nosotros. De ser así, también podemos suponer que los toromonas son superinteligentes. La vida tiene muchas formas de expresarse. Al parecer, los vagos viven muy tranquilos sin teléfono celular. Chau, se la sigo la próxima.