La marcha del orgullo gay de Belgrado que tuvo que ser cancelada este fin de semana ante la amenaza de grupos ultraderechistas supone una afrenta más a las vivencias diarias que soportan los homosexuales serbios, aparte del acoso, desprecio y agresiones de una sociedad que, denuncian, sigue anclada en el pasado.

La suspensión de la marcha, decidida después de que la policía asegurara que no podía garantizar la seguridad, es vista por los colectivos de gays y lesbianas como un nuevo revés contra sus libertades y contra las aspiraciones serbias de ser un país moderno y romper definitivamente con el pasado autoritario de Slodoban Milosevic (1990-1997).

Es más, la cancelación de la marcha se ha interpretado como la derrota del Estado ante los radicales y como la victoria de quienes se oponen a una Serbia moderna.

El ministro del Interior, Ivica Dacic, reveló que uno de los objetivos de los radicales durante la marcha iba a ser la Embajada de Suecia, país que preside la Unión Europea (UE) este semestre y que había apoyado el desfile.

Por su parte, Boris Milicevic, de la ONG Gay Straight Aliansa (GSA), declaró ayer a Efe: “Si ese comportamiento no se sanciona y esos grupos no se destruyen, retornaremos a los años 90”, cuando Serbia sufrió el aislamiento internacional durante el régimen autoritario de Milosevic.

Según Milicevic, los grupos ultraderechistas “reconocieron la marcha gay como un acontecimiento que divide a Serbia en dos, en la moderna y la bélica”, mientras que quienes están a favor del Estado moderno europeo “la vieron sólo como una marcha gay y no como medio de lucha contra las fuerzas del pasado”.

Desde los colectivos gays se denuncia que la falta de apoyo de la sociedad en su conjunto impide que las autoridades sean más contundentes contra los radicales.

Milicevic explicó que el miedo que estos días vive la mayoría de la población, “tras la derrota del Estado ante los gamberros”, es el que sienten los homosexuales “toda su vida, porque son meta fácil de agresión física y de otras formas de discriminación y violencia”.

Un rechazo que no es sólo ya de los radicales, sino que está extendido en una sociedad que mayoritariamente considera a los gays como “enfermos”.

Casos como la reciente agresión a un joven en un escuela secundaria en Belgrado por su orientación sexual o el apaleamiento de una joven en un autobús, sin que nadie la auxiliara, son muestras de esa actitud social, reconoció.

Según una encuesta de opinión de hace dos años, 56 por ciento de los serbios no quiere tener a un gay o lesbiana como compañero o jefe en el trabajo.

Milicevic explicó que cualquier intento de mostrar intimidad con su pareja o ir de la mano en la calle “causaría palizas en la mayoría de los casos”, aunque dijo que “hay cada vez más personas homosexuales con coraje que lo hacen”.