Mientras Barack Obama celebraba ayer el primer aniversario de su elección histórica como presidente, los votantes estadounidenses le dieron un revés al Partido Demócrata. Los republicanos obtuvieron el martes victorias significativas en dos estados críticos, recuperando los gobiernos de Virginia y Nueva Jersey. Bob MacDonnell ganó por una victoria aplastante de cerca de 20 puntos al candidato demócrata Creigh Deeds en Virginia, acabando así con una década de derrotas para los republicanos en los estados del sur. En cuanto al gobernador demócrata Jon Corzine, fue derrotado por el republicano Chris Christie, con una ventaja de cinco puntos, en Nueva Jersey, un estado tradicionalmente de tendencia izquierdista. De estas victorias es muy fácil hacer demasiadas lecturas en un año sin elecciones nacionales. Pero poco tienen que ver con Obama unas elecciones que están más ligadas a asuntos locales.
    Christie, ex fiscal, hizo campaña prometiendo limpiar el estado de Nueva Jersey, que ha sido tomado por la corrupción, mientras que Corzine no le caía muy bien a nadie antes de que Obama llegara a su oficina. En Virginia, Deeds se lanzó a una campaña claramente negativa e inefectiva, buscando, incluso, el distanciamiento con Obama en varios momentos de la carrera. Pero el auténtico test para Obama y sus compañeros demócratas es llegar a la meta en noviembre del 2010, cuando toda la Cámara de Representantes (Diputados) y un tercio del Senado deberán renovarse. La votación del martes mostró algunos indicios preocupantes para los demócratas, que han sido incapaces de recuperar el nivel de entusiasmo que catapultó a Obama a la presidencia el 4 de noviembre del 2008.
    En este tiempo, los republicanos han parecido más enérgicos. Hubo también algunas cuestiones nacionales en juego. Las encuestas mostraban que la maltrecha economía se situaba en lo más alto de las preocupaciones de los votantes de ambos estados. Muchos ciudadanos mostraron su descontento con una tasa de desempleo que no deja de aumentar y que se sitúa en 9,8 por ciento, su nivel más alto de los últimos 28 años. Los republicanos están enfadados con lo que ellos consideran políticas irresponsables de parte de los demócratas, que controlan ambas cámaras del Congreso. Obama ha elevado el déficit de los presupuestos a unas cotas récords en un esfuerzo por levantar la economía estadounidense de la peor recesión en décadas. McDonnell fue especialmente efectivo en canalizar el descontento de los votantes, pues hizo campaña como “el gobernador del trabajo” que devolvería la disciplina fiscal a Virginia.
    Sin embargo, también para los republicanos hubo signos preocupantes, pues aún tienen dificultades para decidir una dirección clara para su partido en la línea de la presidencia de George W. Bush. La culpa de una sorprendente victoria demócrata en un estado al norte de Nueva York en unas elecciones especiales del Congreso se le ha echado a las largas luchas internas entre los republicanos. Bill Owens se ha hecho con un distrito junto a la frontera canadiense, cuyo congresista no era demócrata desde hacía cien años. Este distrito completamente desconocido saltó a la arena nacional después de que una serie de figuras representativas del partido republicano le dieran la espalda a su propia candidata, Dede Scozzafava, una moderada de tendencia izquierdista y sensibilidad social.
     La ex candidata presidencial Sarah Palin se situó entre aquellos que dieron su apoyo a una tercera opción mucho más conservadora: Doug Hoffman. Scozzafava fue forzada a abandonar la campaña el sábado y, por sorpresa, dio su apoyo a Owens. Queda por ver qué lección sacarán los republicanos de su aún dolorida experiencia.