En las entradas de las fincas se las podía contemplar esperando, imponentes, brillantes y orgullosas de ser las primeras motos creadas en Latinoamérica. Blanco, negro o amarillo eran los colores más elegidos por los mendocinos, que no tardaron en imponerlas como símbolo local. Así, las motos Ramonot daban la bienvenida en los alrededores de las estancias o en los portones de los hogares, ya que se convirtieron en un vehículo muy popular en la localidad de Palmira a inicios de los años 40.
LOS INVENTORES. Pablo Ramonot vino desde Francia por el temor a la fiebre amarilla. Ya en Buenos Aires, en 1885, eligió viajar a Mendoza. Una vez establecido en la zona de Barriales, en Junín, se dedicó al trabajo en los viñedos y a crear arados en su pequeña fábrica, llamada Böer. Luego, Ramonot se casó y tuvo cinco hijos. Dos de ellos, Enrique y Alberto, heredaron la afición a la mecánica y la sangre inventiva de su padre, ya que fueron ellos los que diseñaron la primera moto en Latinoamérica. Ricardo Ramonot (84), hijo de Alberto, narró a El Sol cómo fue la creación de la moto y lo novedoso que era para aquella época. “Mi papá y su hermano iniciaron la fábrica.
     Se les ocurrió crear un motor y diseñar una moto”, dice Ricardo. Sin embargo, el primer paso fue motorizar las bicicletas. “Todo comenzó a mediados de los años 30 en Barriales, Junín. Mi abuelo (Pablo Ramonot) tenía un galpón grande a un lado de la bodega, en nuestra finca. Allí, mi padre y su hermano trabajaban en la herrería, fabricando arados para la tierra”, comenta Ricardo. Como vivían en el campo, movilizarse para realizar las compras no era tarea sencilla, por lo que ambos hermanos, en pos de ahorrar tiempo y esfuerzo, pensaron en aplicarles algún mecanismo a las bicicletas. “La idea surgió porque en el campo se usaba mucho la bicicleta. Era la única movilización que existía, además del caballo. Por ello, se les ocurrió motorizar la bici, que en un principio no tenía cadenas, sino correas de cuero y goma”, relata Ricardo.
EL VELOMOTOR. La novedad de los hermanos Ramonot comenzó a conocerse en toda Mendoza, hasta llegar a oídos de los propietarios de los diarios La Libertad y Los Andes, quienes rápidamente vieron una ventaja comercial que el velomotor. Así, cada uno compró más de 40 unidades, para agilizar la repartición de diarios. Ramonot recordó: “Se vendían mucho. El diario Los Andes y La Libertad, que eran los más vendidos de la época, nos compraron muchas unidades para que sus canillitas repartieran más rápido, sobre todo en el campo. Le ponían dos canastas a los costados y allí guardaban los diarios”.
LA PRIMERA MOTO LATINOAMERICANA NACIÓ EN MENDOZA. Luego del éxito que provocó la bici con motor, los hermanos Ramonot decidieron avanzar un poco más. De esta manera, nació en Mendoza la primera moto de toda Latinoamérica, ya que en Estados Unidos sí se diseñaban desde hacía tiempo. En un principio se realizaban muy pocas unidades, pero luego la empresa creció, tras la adhesión de un nuevo socio, y se trasladó a Palmira, en San Martín, donde se comenzó a llamar SIMA (Sociedad Industrial de Motocicletas Argentinas), la primera industria semipesada de fabricación en serie. Ricardo Ramonot piensa un segundo. La memoria suele jugar esos trucos a su edad, y continúa: “Yo tenía doce años cuando hubo una exposición en San Martín de productos locales. Ahí se presentó la moto Ramonot y apareció Oscar Casale, quien se ofreció a ser socio de mi padre y tío, quienes aceptaron. Por eso, la fábrica se trasladó a San Martín”. Alberto y Enrique, quizás con el afán de ver crecer su empresa, aceptaron al nuevo accionista, sin saber que él sería quien llevaría la fábrica a su cierre.
RAMONOT, EN PLENO AUGE. En un galpón de Palmira se inició la fabricación de motos a gran escala. “Se les ocurrió crear un motor, la diseñaron y empezaron a hacer las piezas con tornos. Ese fue el nacimiento de la primera moto Ramonot, única creación de motos locales sin licencias extranjeras”, rememoró el hombre. El auge de las motos Ramonot se dio a inicios de los 40, alcanzando más de tres mil unidades vendidas. Todo trabajador tenía una Ramonot, ya que su precio era muy accesible. Por ello se convirtió en un vehícu lo sumamente popular, no sólo en Mendoza, sino que también llegó a comercializarse –en menor medida– en provincias como San Juan, San Luis y hasta Buenos Aires.
     “Se vendían motos para uso personal, porque eran una novedad en ese tiempo. Se fabricaron más de tres mil motos y se comercializaban en toda la provincia y también en San Juan y San Luis”, dice Ricardo, y dispara indignado: “Pero, desgraciadamente, se terminó la fábrica, porque el socio era un tramposo que se apoderaba del dinero y no rendía cuentas. Así, un día mi padre no quiso saber más nada con él. Se disolvió la asociación y se cerró la empresa”. Según cuenta Ricardo, Casale no entraba en la fábrica, pues, como era el contador, sólo manejaba el dinero.
CARRERAS DE RAMONOT. Tan popular era el ciclomotor, que decenas de jóvenes se reunían con sus Ramonot alrededor de los Caballitos de Marly. Un desfile de colores se veía en el Parque General San Martín todos los domingos al mediodía. Estela Tomarchio, esposa de Ricardo, recuerda entre risas la primera vez que se subió a una. “La moto tenía un mecanismo de arranque diferente al de ahora. La tenías que correr un poco y luego subirte. La primera vez que usé una, di una vuelta y todos me estaban esperando, yo me tenté y me caí”, narra. En la vacaciones, los Ramonot llevaban los vehículos a Mar del Plata y allí las alquilaban para que la gente diera paseos. Estela comentó que se hacían largas filas de familias deseosas de probar la moto.
OTRO INVENTO. Primero fue la bicicleta con motor, después la moto, y luego una lavadora que funcionaba sin electricidad. Se trata de otra creación que los Ramonot pensaron para facilitar la vida en el campo, en donde muchos hogares no tenían electricidad. Así, utilizando un mecanismo similar al motor de la moto, los hermanos crearon un lavadora que no necesitaba electricidad para su funcionamiento; utilizaba combustible. “El motor de la moto tenía un sistema de aletas que refrigeraba aire, pero para la máquina de lavar había que enfriar el motor, y no había corriente de aire. ¿Cómo hacíamos para refrigerar el cilindro del motor? Con agua”, detalla Ricardo, sobre lo que le contaba su padre.
    De esta forma, le aplicaron un mecanismo de entrada y salida de agua a la máquina, que a su vez servía para lavar la ropa, ya que el motor calentaba el agua. El aparato fue creado en una nueva fábrica que abrieron los Ramonot cuando estaban en Capital, en la calle Sargento Cabral, luego de separase del socio Casale. El sistema del motor todavía no se implementaba en ningún lugar del mundo y colaboraba con las familias campesinas. “Era una lavadora motorizada para el campo, donde no había electricidad y nuestras madres tenían que rebuscárselas para hacer las tareas domésticas. Entonces, aquellas mujeres que querían lavar ropa podían hacerlo aunque no tuviesen energía”, resaltó Estela, esposa de Ricardo.
PROPUESTA GUBERNAMENTAL. En 1946, durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, representantes oficiales le propusieron Pablo Ramonot (padre) instalar una fábrica de motos. Pablo, un conservador de la época, no aceptó porque el trato no prometía rentabilidad. Sobre esto, Estela, comentó: “El Gobierno le ofreció un porcentaje mínimo por cada moto que se hiciera, entonces mi suegro dijo que no. Además, él era conservador, por ello no se presentaron, si no, se hubiese creado una fábrica grande”.
LINAJE INVENTOR. Ricardo también lleva en su sangre la pasión de crear máquinas. Tan es así que fue quien inventó la primera topadora a oruga mecanizada. “Mi padre siempre fue medio inventor y yo heredéeso. Creé la primera topadora a oruga mecanizada en todo el mundo. Fue en 1966. Vinieron de todos lados a verla”, cuenta el mecánico. Antes, los desmontes para plantar viñas u otros vegetales se hacían manualmente. Las empresas contrataban familias que, en condiciones indignas, debían desmontar los bosques. “Les daban un techo de zinc, un poco de comida, y ellos tenían que cortar bosques enteros”, afirmó Ricardo. Si bien ya existía la topadora, esta era prácticamente inútil, ya que no poseía mecanismos de protección del motor y el radiador, y menos del conductor, Así, cualquier tipo de rama o maleza podía afectar el aparato o poner en riesgo la vida del conductor.
    Frente a esto, Ricardo comentó: “Ya existía la topadora pero era muy precaria y no servía para desmontar grandes bosques, ya que no tenía seguridad. Yo le agregué coberturas especiales para hacer su uso más efectivo”. En esa época, Ricardo vivía en Tartagal, Salta, donde instaló la empresa Agrodesmontes Ramonot, y, según asegura, al no haber patentado la máquina por falta de tiempo, la empresa norteamericana Caterpillar le robó los derechos del invento. “Yo estaba desbordado de trabajo y tuve que salir de viaje. Ahí llegó gente a la empresa, que venía a fotografiar la represa que estábamos construyendo. Pero les terminaron sacando fotos a las maquinarias.
    Y después patentaron los mecanismos de protección que yo inventé”, detalló Ricardo. Anteriormente, Ricardo tuvo propuestas de inversores españoles para trabajar como ingeniero en el exterior, realizando las bases de los pozos petroleros. Sin embargo, no aceptó, porque no quería estar lejos de su familia ni deseaba repetir el error de sus ancestros al asociarse con otras personas. “No quería abandonar a mi mujer ni a mis hijos. Yo tenía mi campo, mi capital, y no quería ser absorbido por un socio”, explica. Luego, el contexto no ayudó, y la familia Ramonot entró en una depresión muy grande que mermó la producción inventiva.