Vivir más liviano es deseo de todos. Crear estructuras, hábitos y relaciones que nos acerquen cada día más a un estado de plenitud y felicidad continua es la meta de cualquier ser humano en sus cabales. Pero, del dicho al hecho hay bastante trecho. Decirlo es una cosa y hacerlo es otra. Somos seres complejos y nuestra complejidad se manifiesta día a día, sobre todo, cuando se trata de tomar decisiones. Una de las lecciones que este año estamos incorporando todos en distintas áreas de nuestra vida es diferenciar y darnos cuenta de que perseverar no es sufrir.

Perseverar: “Mantenerse firme y constante en una manera de ser o de obrar”, esa es la definición. Sufrimiento: “Hecho de sufrir o padecer dolor físico o moral”. Estas dos palabras no tienen relación directa, sin embargo, la mayoría de las personas aplica propiedad transitiva y considera que sufrir es una consecuencia inevitable de perseverar. Si esto fuera un análisis matemático de conjuntos, deberíamos ir al conjunto inicial de elementos que posee el vínculo con el sufrimiento. ¿Qué hay detrás de la perseverancia? ¿Por qué perseveramos? ¿Cuándo perseveramos? La respuesta es fácil: perseveramos por lo que deseamos.

Ahora, con estos tres elementos identificados –deseo, perseverancia y sufrimiento– podemos analizar con una visión más amplia. Para dejar de sufrir no es necesario dejar de perseverar, sino más bien es necesario revisar nuestro deseo y lo que originalmente nos motivó a estar en la situación en la que estamos. Es necesario chequear si aún tenemos el mismo deseo, si el contexto externo cuando iniciamos es distinto del actual y si internamente queremos algo distinto hoy para nuestra vida.

Dejar de sufrir no tiene que ver con dejar de ambicionar, tener ambiciones es uno de los motores del ser humano. Las ambiciones nos motivan a vivir. Existen distintos tipos de motivaciones: de poder, de estatus, de pertenencia, de exploración, de descubrimiento. Todos tenemos motivaciones comunes y motivaciones distintas, no siempre nos motiva lo mismo en la vida. Es por eso que constantemente debemos revisar lo que nos motiva para ajustar nuestra energía y perseverar realmente hacia lo que estamos deseando.

Esta semana, en la cual estamos sintiendo con fuerza la oposición de Saturno en Capricornio –planeta del orden y la estructura, al nodo norte en el signo de Cáncer– es una gran oportunidad para crear nuevas comprensiones que nos permitan integrar paradigmas y creencias limitantes que nos condicionan a comportamientos de sufrimiento. El universo no es polarizado, no es blanco o negro. Ver en blanco y negro es una cualidad del observador, no del hecho observado en sí. Esta semana podremos darnos cuenta de que estamos en medio de un dilema porque decidimos verlo así.

Dejar de sufrir no requiere dejar de lado los deseos, no requiere resignarse ante situaciones que nos causan sufrimiento. Para dejar de sufrir no debemos dejar de perseverar, entregarnos a una ilusión salvadora de que otro conduce nuestra vida o aceptar que por algo suceden las cosas. Dejar de sufrir implica comprender que somos parte de algo más grande y comprender que poseemos el regalo del libre albedrío, el cual sólo se ejerce cuando se despierta la pasión en nuestro corazón.