Creo que el plumero tenía razón. En otras circunstancias no hubiera dicho esto que suena como para internación pero todo suena como para internación en estos días. De hecho, vimos al perro del presidente tuitear el feliz cumpleaños a su dueño, mirá el nivel de salud mental que manejamos.

Estamos compartiendo la cuarentena con todas las cosas de la casa y a falta de amigos y parientes ¿quién no ha comenzado una charla con la plancha? ¿Quién no escuchó un reproche de la bicicleta que pregunta si está en desuso por alguna cuestión personal? Netflix, sin ir más lejos, se corporiza como un miembro más de la familia y pide por favor algún descanso. Pero creo que el plumero tenía razón. Hace unos días, en charla casual, me dijo eso de que el poder y la peste se parecen en que no cambian a las personas, sólo las descubren.

Lo que Plumi –demasiada intimidad llevamos- no me avisó es que todo era tan rápido. La semana pasada el espíritu era otro, el himno a los gritos contra el murciélago invasor y la revista Noticias con SúperAlberto en la tapa enrollada, matando mosquitos aedes aegypti a garrotazos, algo así como la fuerza aliada del Covid-19, subidos al caballo viendo con binoculares mapuches el avance de los camiones del ejército repartiendo botellitas de agua en las barriadas pobres del conurbano bonaerense. El bonaerense nomás, eh, porque nunca hay referencias a los cordones de miseria que rodean todas las ciudades del país. Pero estaba con el asunto de que el espíritu era otro y ahí SúperAlberto pisó el palito que lo metió en el tobogán vertical que lo volvió a convertir en el Presidente Coso en menos de una semana.

Estábamos todos juntos cada uno en su casa hasta que SúperAlberto se sacó la capa y llamó “miserables” a los empresarios y les dijo “van a tener que ganar menos”. El Coso de Gabinete Cafiero, entusiasmado, tuiteó ¡un dibujo de sí mismo! con la frase estampada en su “icónica” remera negra: “Es hora de que ganen menos”.

Decenas de miles de propietarios de bolichitos a lo largo y a lo ancho del país, dueños de peluquerías, lavanderías, heladerías, papeleras, mueblerías, con dos o tres o veinte o cincuenta empleados, haciendo malabares, quemando ahorros que pensaban invertir en el negocio, pidiendo plata a quién fuera, evitando gastos y lo que fuera para no tener que despedir gente empezaron a pensar que quizás no estábamos todos juntos y eso de la capa del héroe en realidad estuviera disfrazando que el rey estaba desnudo.

– ¡Claro que no podés decirle al que no sabe cómo va a pagar sueldos e impuestos que gane menos, pero vos venías conque era hora de estar todos juntos! –interrumpe mis pensamientos Plumi, gritando desde el placard. Le fui a abrir porque se pone denso y me cacerolea con la tapita del desodorante de ambientes.

– Bueno, pero al final era por Techint –me defendí.

– Ah, claro. Tiene un problema con Paolo Rocca porque declaró en el caso de los cuadernos y le da una cachetada a todos los tipos que intentan mantener algo parecido a una sociedad. Después cuando se pidió un gesto de la clase política bajándose los sueldos, se hicieron todos las pobres Carmelitas Descalzas.

– Bueno, reconocé que sería medio demagógico eso de rebajarse el sueldo.

– ¿Y cómo puede ser que no sepan hacer demagogia, si es lo único que aprendieron en toda su carrera?

– ¡Te va a hacer mal! -escucho que gritan desde el placard que había quedado abierto. Es la escoba.

– Siempre lo mismo, se pone a ver Coronavirus5N y queda así, no sabés cómo estaba después del programa del nazi que dijo que todo era culpa de Bill Gates y los judíos –me dice la escoba. Debo decir que noté cierta tensión sexual entre el plumero y la escoba pero no voy a ahondar en esos temas privados, tanto tiempo de encierro en el placard, es entendible. Plumi la miró condescendiente y siguió con su discurso.

– Primero le dice imbéciles a los empresarios, después rompe la cuarentena manejando su auto y se va a regalarle 300 millones a Moyano a un hospital más flojo de papeles que jean de La Saladita, se abraza con todo el mundo; le dice a Mirko cuántos caramelos puede comer y habla con Residente para decirle que él es el primer feminista, que se ocupa mucho del tema y para demostrarlo, recuerda que hay un teléfono, el “cientocuarentaypico”.

– Estás exagerando, Plumi –le dije.

– ¿Viste la conversación con Residente? Fijate. Igual, ojo, no te confundas con las otras charlas que Residente tuvo con presidentes. Con Chávez, por ejemplo.

– Aflojá Plu –le dice la escoba acomodándole el mechón de adelante-, te va a hacer mal.

De pronto los tres miramos hacia el baño y reconocemos la voz. Es la esponja, a ella le encanta cantar.

– ¡Supón que no hay fronteras! – entona con su voz de soprano alcoholizada.

– No sé si hay fronteras pero cerraron los bancos durante 15 días ¿por qué no pusieron esa actividad entre las esenciales? –siguió quejándose Plu.

– Bueno, por ahí no eran tan importante… -intenté defender, no quería dar el brazo a torcer en todo.

– ¡Están haciendo los programas de chismes en la tele! ¿Esos son más esenciales que poder sacar plata para comer? ¿O ahí no estaba Sergio Palazzo, el capo de La Bancaria apretando a favor de que los bancos no abran?

– Estás exagerando, si están los cajeros automáticos –le dije.

– Sí, claro. ¡Los cajeros automáticos! –rezongó, está imposible hoy.

– Y como le dijo el presidente a Bonelli por la radio: “Hay muchos jubilados a los que les gusta ver al cajero y guardar el dinero en la cartera”.

– Perdón, termina la cuarentena y me voy de este placard y de este departamento. ¿Vos te escuchás cuando hablás? ¿Sabés cuántos cajeros automáticos hay en el país, para 50 millones de personas? Decí, decí…

– Qué sé yo, 100.000?

– ¡13.344! De los cuales Link son 6.694. Ciudades enteras con cuatro, cinco cajeros, generalmente rotos o sin plata. Cuando quisieron poner cajeros en supermercados o farmacias o estaciones de servicio, los gremios se volvieron locos. Hace semanas nomás el gobierno prohibió el pago de prestaciones sociales con billeteras virtuales. Esta misma gente que se lo pasó prohibiendo y obstaculizando la modernización, ahora se queja de que los jubilados usen métodos arcaicos.

– ¡La pucha! –dijo la escoba.

– Eso lo podés decir vos, no el Presidente que está a cargo del operativo -creo que no tiene demasiado futuro la pareja de la escoba y Plumi.

– Mirá –contesté, porque la mala onda no es lo mejor para este momento-, acá está claro que los responsables son Alejandro Vanoli, director del ANSES que dijo “era absolutamente previsible que iba a pasar esto: Palazzo que dijo “no me sorprendió, sabía que podía pasar”; o Miguel Pesce, director del Banco Central que dijo que “el millón de personas que está en la calle hubiera salido igual”.

– Pero…¡la pucha! Dos meses SúperAlberto hablando en primera persona, “el Estado soy yo”, agradeciendo el feliz cumpleaños uno por uno a sus fanáticos, diciendo que con un tecito te curabas, que la culpa era de los chetos que viajaban, poniendo cara de malo, señalando al surfero que se iba a su casa de Ostende, diciendo que iba a ir a buscar a su casa a los que rompieran el aislamiento y después, bajo su mando, un millón de personas se apiñan en la calle ¿y ahora resulta que él no tiene nada que ver? ¿Quién está al mando? ¿Dylan? ¿La vicepresidenta empática que está firme junto al pueblo? Por sus medidas, que asumió personalmente, todas las personas productivas del país están encerradas en sus casas y todo el grupo de riesgo está en la calle. ¿De verdad somos tomados como modelo por el mundo? ¿Modelo de qué? ¿Va a ir a buscar a cada jubilado que intentó cobrar esa jubilación que él bajó para agarrarlo a trompadas?

– Se cometen errores, Plu, esto no viene con CD de instrucciones, como dijo Tombolini –dije y después me di cuenta que con CD no viene nada ya.

– Además –mete la cuchara la escoba- hay medidas con los jubilados. Fijate que Pami obliga a que toda comunicación sea en inclusivo.

– Muertes es en inclusivo, sí.

Se hizo un silencio en el departamento que fue roto –nunca mejor dicho- por la esponja que desde el baño se largó a gritar:

– ¡Un sol! ¡Un sol para Fabioooooola!

Los miré a todos, me dieron ganas de tirar la toalla. Pero la toalla se había encerrado en el cesto de ropa sucia, no quería saber nada.

– Se viene la Teletón de la primera dama ¿Y el problema soy yo? –dice Plu- No me acuerdo porque soy joven pero mi viejo, Don Plumero de Techo, me decía que donó 4 plumas al Fondo Patriótico de Pinky y Cacho Fontana y que al tiempo se enteró que estaban en el traje de una vedette del Maipo que salía con un general de la época. ¿De verdad van a apelar a la “solidaridad” de gente a la que le cerraron los bancos, los retan porque no usan tarjeta de débito, como si en los “negocios de cercanía” usasen tarjeta de débito, como si el país estuviese bancarizado, como si no nos hubiésemos enterado que esta misma semana le dieron 1.190 millones de pesos a Yacimientos Río Muy Turbio o 1.732,6 millones a Tristón Bauer? Lo explicó clarito Diego Cabot en La Nación: “Por cada 2,5 pesos que Cafiero y Guzmán destinaron a la compra de insumos para atender la crisis del coronavirus le dieron 1,7 a Bauer para que lo gaste en cultura. Por cada dos pesos de gasto nuevo para remedios o equipamiento se destinó uno al yacimiento patagónico que, por ahora, no produce mineral”. La plata de la teletón, ¿es para que no se mueran argentinos o para Aníbal Fernández?

Agarro a Plumi y a la escoba, los meto en el placard. No tengo ganas de discutir. Antes de cerrar la puerta, la escoba me dice:

– Cuidate. Estamos solos. No nos cuida nadie.

Cierro la puerta.