Como se esperaba, Romano Prodi se someterá a un voto de confianza del Parlamento, que le está asegurado tras el pacto de hierro alcanzado con sus aliados y por la disposición de un grupúsculo democristiano escindido de la coalición de Berlusconi de apoyarlo en el Senado, el talón de Aquiles de la centro izquierda. Cuatro días después de que presentara su dimisión tras rechazar el Senado su política exterior, en parte propiciada por la decisión de dos senadores comunistas de no votarla, Prodi respiró más tranquilo, convencido de que, en esta ocasión, sus aliados cumplirán el pacto firmado, un pacto de doce puntos, por el que todos se comprometen a respetar las obligaciones internacionales, entre ellos, la misión militar en Afganistán.

   En esos doce puntos, sin embargo, no aparece el proyecto de ley para regular los derechos de las parejas de hecho, algo que el Ejecutivo pretende aprobar y al que se opone el ala democristiana de la coalición. Esa desaparición ha abierto las puertas para que Italia de en medio, el grupo escindido del democristiano UDC (aliado de Berlusconi) y que lidera el ex secretario y senador Marco Follini, se haya mostrado dispuesto a apoyar a Prodi en el Senado.

   La Cámara Alta es la pesadilla de Prodi. Mientras que en la Cámara de Diputados cuenta con mayoría absoluta, en el Senado, la centro izquierda tiene 158 senadores, sólo dos más que los conservadores (156) y basta que uno o dos decidan no votar –como ocurrió el otro día– o se enfermen para que la mayoría quede en minoría. En ocasiones ha tenido que echar mano de los senadores vitalicios, quienes son siete, de los cuales cuatro han garantizado siempre el voto.

    Los conservadores han denunciado muchas veces que no es de recibo una mayoría apoyada en los votos de los senadores vitalicios, ya que expertos constitucionalistas estiman que esos votos no pueden ser vinculantes. Pero, mientras exista esa figura, tienen capacidad para votar.

   Con los números en la mano, Prodi cuenta ahora con los 157 senadores de su coalición (el presidente de la Cámara no vota), más los cuatro senadores vitalicios y los del democristiano Follini, por lo que el voto de confianza está garantizado. Pero esto, según los observadores políticos, no significa que tenga las cifras para gobernar los cinco años que aún quedan de legislatura.

   Según el analista Stefano Folli, lo peor comenzará al día siguiente del voto de confianza, ya que seguirá dependiendo del humor de los senadores vitalicios y del senador democristiano, quien intentará llevar al centro al Gobierno, lo que provocará el conflicto con el ala más izquierdista de la coalición, la misma que causó su reciente dimisión. Según Folli, el pacto de doce puntos lo firmaron los partidos aliados porque era la única forma de seguir en el poder y no ir a elecciones anticipadas, pero se trata de pan para hoy y hambre para mañana.

   En el momento en que les interese romperlo, por las razones que sea, el pacto será papel mojado, precisó Folli, quien recordó que el presidente del Gobierno, por ejemplo, no tiene poder para cesar a un ministro (esa capacidad sólo le corresponde al jefe de Estado) que se muestre rebelde. El apoyo de los escindidos de la oposición es la demostración, según el observador político Angelo Panebianco, de que la centro izquierda sólo es mayoría “gracias a la patrulla de los tránsfugas de la centro derecha”.

   En el centro derecha ya se han desatado las críticas a Follini. Su sucesor al frente del UDC, Lorenzo Cesa, lo calificó hoy de “vendido”, Alessandra Mussolini lo llamó inmoral y Silvio Berlusconi arremetió afirmando que Prodi sólo es capaz de gobernar “pagando a algunos traidores”. Follini se defendió y dijo que votar junto a los comunistas ortodoxos no es peor que hacerlo junto a sus ex aliados de la Liga Norte, grupo de tintes racistas y con aspiraciones separatistas.

   El presidente de la república, Giorgio Napolitano, rechazó también hoy, además de la dimisión de Prodi, la convocatoria de elecciones anticipadas, como le pidieron algunos grupos de la oposición berlusconiana, porque piensa que antes es prioritario cambiar la ley electoral, una ley que impuso Berlusconi pensando que le garantizaría al menos cinco años más en el poder pero, al final, la criatura se rebeló contra su inventor, quien perdió los comicios del año pasado por menos de 25.000 votos.

   Y una ley que, además, ha debilitado el sistema político y que todos creen necesario cambiar antes de volver a las urnas. El problema está ahora en si este gobierno de Prodi será capaz o tendrá tiempo de hacer esa reforma.