Técnicas de relajación, respiración y yoga son algunas de las herramientas a las que los internos alojados en el pabellón 11-D, de jóvenes adultos, ubicado en el complejo San Felipe de la cárcel de Boulogne Sur Mer, le han echado mano para mejorar su calidad de vida.
Se trata de 13 jóvenes de entre 19 y 23 años, quienes, voluntariamente, aceptaron comenzar un tratamiento de rehabilitación por adicciones y a diario realizan diversas actividades para afrontar de buen ánimo sus días de encierro.
Así, con el aporte de la fundación internacional El arte de vivir, los internos reciben cursos de yoga, relajación y técnicas de respiración, que los ayudan con los tratamientos para dejar las drogas y, además, bajar los niveles de violencia.las clases. Lunes y miércoles son días especiales para los jóvenes alojados en el pabellón 11-D del complejo San Felipe, y es que, durante dos horas, se relajan, respiran hondo, se alejan de las preocupaciones y sueñan que, a pesar de los barrotes que los separan de la sociedad, su espíritu es libre.
La idea de que practicaran yoga y respiración llegó a las autoridades del penal, de la mano de un empresario gastronómico, Emiliano Gatti (ver aparte) y del abogado Javier Castrillejo, quienes, con el apoyo del capellán Roberto Juárez, el equipo educativo en contexto de encierro y el personal penitenciario especialmente capacitado para tratar con estos jóvenes, consiguieron incluir en las actividades semanales estas técnicas, que ya se implementan en otras cárceles del país, como Ezeiza, Campana y Devoto.
“Básicamente les enseñamos a los chicos a respirar y a desestresarse, debido a que tantas horas de encierro provocan consecuencias en el cuerpo nocivas para su salud. El stress es una oscilación que sufre la mente entre el pasado y el futuro, es decir, el ser humano se atormenta por lo que pasó o vive pendiente de lo que pasará y esto genera temor, incertidumbre, angustia, arrepentimiento y, en el caso particular de estos chicos, culpa”, explicó Gatti.
“Con yoga y relajación, lo que hacemos es apuntar a anclar la mente en el presente, en el momento que están viviendo, y alejarlos de los sentimientos negativos, sacando lo mejor de ellos. Además, ayudamos a su cuerpo, que por falta de actividad, muchas veces se entumece y endurece”, afirmó el instructor.
De este modo, los jóvenes se descontracturan, se distienden y hasta recuperan el ánimo perdido; físicamente se sienten bien y este bienestar se refleja en su comportamiento para con los demás.
A esto se suma que los 13 integrantes del pabellón están bajo tratamiento de adicción a las drogas y este tipo de técnicas alternativas menguan los efectos físicos causados por las crisis de abstinencia de drogas.11-d, un pabellón con “vida”. Para internos, agentes penitenciarios y docentes dedicados a la alfabetización en contextos de encierro, el pabellón 11-D es conocido como el “pabellón con vida”, ya que este lugar tiene un sistema de convivencia distinta al de los demás, por el buen comportamiento de sus ocupantes.
En primer lugar, los agentes encargados de custodiar a los internos tienen un perfil distinto a la media y, además, están capacitados para afrontar la problemática de las adicciones (ver aparte), también los jóvenes alojados allí asumen un compromiso personal de mejorar su situación.
Pero este compromiso no queda en el aire, ya que, previamente al ingreso al pabellón, un grupo interdisciplinario -agentes, un psicólogo, un trabajador social, el capellán y docentes- realiza una exhaustiva evaluación del perfil del interno para aceptarlo y se le ponen condiciones, como la tarea cotidiana y voluntaria de alejamiento de las drogas. Luego se convoca a la familia de los chicos y se rubrica un acta acuerdo con ella compromentiéndola al acompañamiento.
“Los chicos que llegan aquí, lo hacen por su propio pedido, es decir, voluntariamente tienen que tomar la decisión de rehabilitarse. Evaluamos el perfil, para saber si su compromiso es real o sólo pretenden beneficios y entonces los aceptamos, luego convocamos a su familias y las hacemos intervenir en el tratamiento del interno”, explicó Miguel Riquelme, trabajador social coordinador del equipo.
“La familia está en permanente contacto con nosotros, sabe todo acerca de las técnicas usadas con los chicos y se los responsabiliza de su evolución, es decir, deben acompañarlos, hablar con ellos, no ingresar elementos que les hagan daño, como drogas, y ayudarnos con la terapia”, afirmó Riquelme.
Así, el pabellón 11-D es el único lugar donde los chicos almuerzan y cenan en comunidad, esto es, todo juntos en una mesa con bancos donde comparten los alimentos entre todos.
Este detalle, que parece menor, no lo es si se tiene en cuenta que el resto de los internos comen encerrados y en la soledad de sus celdas, sin elementos que puedan ser usados para generar disturbios.
“Acá los chicos tienen una mesa de metal con bancos de metal y madera. Esto, en otros sectores no se permite, porque los materiales pueden usarse para hacer chuzas. Aquí el comportamiento ejemplar de los internos permite estas licencias, y se lo hace como parte de la terapia, se los pone a prueba todo el tiempo, ellos, si quisieran, podrían hacer daño, pero es una decisión de ellos y el perjuicio también lo será y se trata de concientizarlos en eso”, explicó Alejandro García, subjefe del complejo San Felipe.
Así, el “pabellón con vida”, es un espacio higiénico, aseado y mantenido por sus propios ocupantes con celdas ordenadas y un lugar sin rencillas internas.
“Acá, cuando nos traen comida la compartimos entre todos, nos dividimos las tareas para limpiar y nos respetamos, nadie puede mandarse ninguna, porque perjudicaría a los otros y lo dejamos claro cuando entran, si tenemos un problema lo charlamos en la hora del recreo, opinamos todos y se acabó”, relató Nano (23), un interno que desde hace 6 meses se aloja en el 11-D.
Los internos de este pabellón cuentan con una semana cargada de ocupaciones, ya que sus integrantes estudian en los distintos niveles, escriben en una revista -La Oveja Negra-, forman parte de los talleres de mimbrería, plomería, laborterapia, comunicación, expresión literaria, yoga, relajación y cada semana reciben ayuda espiritual de diversos credos.sin temor y en paz. La tranquilidad con la que los internos pasan sus días tras las rejas, los ayuda a indagar en su interior y mejora su comportamiento social. Según sus propios testimonios, lo que más aprecian haber recuperado con las técnicas de buena convivencia, yoga y relajación, es el sueño.
“En los otros pabellones no podés dormir, vivís con miedo de que pase algo y te acostumbrás, con el yoga y la relajación dormimos mejor, aprendimos a vivir sin miedo, los primeros días te duele todo el cuerpo pero después te sentís bien”, explicó Nano.
Muchos de los chicos han recuperado peso y, en complemento con sus ocupaciones, sienten menos los efectos de la abstinencia de drogas.
“Yo intenté 3 veces dejar las drogas y siempre caí; lo peor es que, cuando caía, siempre también entraba a la cárcel. Estuve en tratamiento en el centro ambulatorio de Godoy Cruz dos meses, pero no lo conseguí, ahora hace 5 semanas que estoy acá intentándolo de nuevo y me siento bien, puedo comer, quiero estudiar, he engordado y me llevó bien con mis compañeros”, relató Leo (21).
Igualmente, este trato diferencial por buena conducta a los internos los llena de orgullo y enfatiza el sentido de pertenencia por su lugar.
“Está bueno que la gente te vea de otra manera, que no crean que somos todos vagos, cometimos un error, en nuestro caso, la droga tuvo mucho que ver y ahora nos estamos esforzando por cambiar. Yo tengo un hijo de 1 año y 7 meses y me gustaría que me viera bien, trabajando, algo que nunca hice y aprendí acá adentro, me gustaría darle un buen ejemplo”, reflexionó Sebastián (20).
Las situaciones de los internos alojados en el 11-D son muy diversas. Mientras que algunos están cerca de la libertad, otros cargan con largas condenas.
“Lo destacable es que aquí, hay chicos que tienen muchos años de condena, lo que a veces significa que el interno dé todo por perdido, es decir, sabe que le queda mucho y no le importa su conducta, se frustra y se pone agresivo, se resiente y no quiere mejorar. Pero acá hay chicos en esa situación que han preferido mirarse a sí mismos de otra manera, con más esperanza”, reflexionó García.
Para estos jóvenes, el mejorar su calidad de vida es una tarea que les insume tiempo y esfuerzo pero a su vez los dignifica.
“Yo estoy casi afuera, me faltan 8 meses, estoy en segundo año de la universidad y espero poder seguir estudiando, porque tengo un hijo de 2 años y quiero trabajar para mantenerlo, y sé que será difícil, no toda la gente cree que has cambiado y te da trabajo”, enfatizó Gustavo (20).
Por su parte, para Abel (19), estar en la cárcel lo ayudó a descubrir su pasión por el periodismo. Orgulloso muestra su foto junto al actor y director de teatro Ernesto Suarez, a quien entrevistó para la revista La Oveja Negra.
“Me encanta entrevistar a la gente, y con los profesores de comunicación una vez a la semana nos juntamos y armamos nosotros las notas en la computadora. Sueño con entrevistar a un jugador del Tomás; me gusta mucho el fútbol”, dijo el joven.
De este modo, para muchos de estos chicos, el encierro, lejos de ser un castigo, ha representado un abanico de oportunidades que anteriormente les habían sido negadas, como la posibilidad de practicar yoga o conocer los beneficios de respirar mejor.