A comienzos de este año, la artista plástica porteña María Pía Persia decidió mudarse a Mendoza en busca de un cambio de aire en su vida. La mujer, de 49 años, había atravesado el proceso de separación de su ex marido en el 2021, período en el que sus hijos –producto de ese matrimonio– también dejaron su tierra natal y decidieron establecerse en la tranquila localidad de Capilla de Monte, Córdoba.

Pipi, como la llamaban sus seres queridos, eligió Mendoza como su nuevo hogar porque había disfrutado las ocasiones en las que trabajó en la provincia: en el 2011 realizó una escultura para el lobby del Hotel Arena Maipú y hace unos dos años también hizo un trabajo artístico en el Hotel Aconcagua.

Por eso, Persia contaba con varios amigos, además de colegas y profesionales de confianza. Pese a que llevaba poco tiempo viviendo en territorio mendocino, los diferentes testigos que declararon en expediente coincidieron en que tenía una vida social activa.

Así, compró una casa en la Quinta Sección de Ciudad, que se transformó en su nuevo proyecto. Allegados contaron que su idea era reformarla para alquilar la planta baja a turistas y convertir el primer piso en un departamento para ella.

Pero su mudanza no comenzó de la mejor manera, ya que en marzo sufrió un asalto en la calle. Fue en las inmediaciones de la Universidad de Mendoza que la mujer fue abordada por delincuentes y le robaron su celular.

Cuatro meses más tarde, el viernes 15 de este mes, Persia volvió a ser blanco del delito, pero en su vivienda. Al igual que en la ocasión anterior, le robaron el teléfono, pero esta vez también le quitaron la vida. Al día siguiente fue hallada asesinada por uno de los obreros que había contratado.

Justamente, el durlista y carpintero que encontró su cadáver era una de las personas con las que mantenía cierta confianza, ya que lo conocía desde hacía algunos años, cuando hicieron juntos algunos trabajos en el Hotel Aconcagua.

En un principio, el hombre, de 44 años, estuvo en la mira de los detectives y hasta fue aprehendido. No obstante, a las pocas horas fue liberado cuando un cotejo de ADN complicó a otro albañil: Francisco Benjamín Pinavaria Corvalán.

El joven, de 22 años, quedó comprometido por la prueba que detectó rastros genéticos suyos en una campera de animal print que habría sido utilizada como lazo para estrangular a la víctima.

El fiscal de Homicidios Carlos Torres decidió imputarlo por homicidio agravado por mediar violencia de género (femicidio) en concurso real con homicidio criminis causa en concurso ideal con robo, delito que prevé como única pena la prisión perpetua.

Si bien la hipótesis principal del representante del Ministerio Público es que Pinavaria mató a Persia con el objetivo de sustraerle su celular y algún dinero, existen ciertas dudas alrededor de esa versión, debido a la importante cantidad de dinero que se halló en la vivienda y que el presunto autor no se llevó.

Del expediente surge que en el inmueble había 7.000 dólares (en 70 billetes de US$100) y 14.876 pesos argentinos. El origen y destino de ese dinero fue materia de análisis para los pesquisas del caso.

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En las diferentes testimoniales que se recepcionaron, casi siempre hubo preguntas que hacían referencia a la plata que Persia guardaba en su domicilio. Incluso, un amigo suyo consideró que “tenía un manejo del dinero demasiado expuesto”.

Lo cierto es que ese dinero lo había traído la víctima a comienzos de mes, después de un viaje que hizo a Buenos Aires. La información sostiene que la mujer había vendido allí una propiedad y que las ganancias obtenidas las había dejado en la casa de sus padres, ya que no le gustaba depositar sus ahorros en cuentas bancarias.

Sus familiares detallaron que la primera semana de julio viajó para buscar 15.000 dólares, de los cuales gastó 5.000 en un corralón de Buenos Aires, para las refacciones que estaba haciendo en su nueva casa.

Los testigos añadieron que otros mil dólares los cambió a pesos y regresó con 9.000. Más allá de que se hallaron US$7.000, creen que, debido a la inestabilidad del cambio de esa moneda extrajera, había vuelto a comprar materiales de construcción en los días previos al crimen.

Tanto sus allegados como algunos de los trabajadores tenían conocimiento sobre los ahorros que la mujer guardaba en su domicilio. Incluso, cada viernes les pagaba en efectivo a los encargados de la obra, quienes luego lo repartían a sus ayudantes.

Pese a todos esos indicios, que parecían apuntar a un crimen con el objetivo de sustraer la fortuna que guardaba la víctima, los dólares permanecieron intactos. Fuentes cercanas a la instrucción explicaron que una de las posibilidades es que el presunto matador jamás halló el escondite del dinero o que sólo encontró una pequeña cantidad y se conformó con ese botín menor.

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Siguiendo esa línea investigativa, existen sospechas de que Pinavaria utilizó parte de esa plata para comprar cosas para su familia y también le pagó a sus amigos una salida a un boliche, el día después del asesinato.

Aunque desde la defensa, a cargo de Francisco Castro, cuestionaron esa versión y señalaron que su cliente había cobrado más de 6.000 pesos por lo trabajado en esa semana, por lo que se aportarán los chats con su capataz y el comprobante de la transferencia que le hicieron a través de Mercado Pago.

Así las cosas, se espera que en los próximos días se inicie una “batalla” judicial por la dura imputación que recayó sobre Pinavaria después de su detención.

Asesinato en la Quinta

A Pipi Persia la hallaron sin vida la mañana del sábado 16 en su vivienda de calle Joaquín V. González. Fue el durlista quien ingresó al lugar utilizando una llave que tenía del portón, debido a que la mujer llevaba un día sin responderle sus mensajes y llamadas.

El hombre la buscó por la planta baja y no la encontró, por lo que subió al primer piso. Luego de revisar su habitación, la halló tendida en el piso de un depósito. El trabajador le tocó un pie y lo sintió frío, motivo por el que decidió salir de allí y llamar a la línea de emergencias 911.

Una vez que policías arribaron, les relató que había visto por última vez con vida a Persia el miércoles anterior. Agregó que el jueves se tomó el día y que regresó el viernes por la mañana. Ese día estuvo trabajando menos de una hora en la planta baja y le solicitó directivas a la mujer por teléfono. Debido a que ella nunca respondió, decidió retirarse.

Asimismo, explicó que otros seis obreros trabajaban casi a diario en la propiedad, pero sólo dos contaban con llave. Casualmente, el viernes se había presentado uno de ellos, pero también decidió irse porque sus compañeros jamás llegaron: se trataba de Benjamín Pinavaria.

Cuando los pesquisas revisaron las cámaras, confirmaron que tanto el durlista como Pinavaria habían estado la mañana del viernes 15 en la escena, en diferentes momentos. Por eso, la investigación apuntó contra ellos.

Con el pasar de los días, ambos fueron aprehendidos, pero sólo el joven ayudante quedó detenido, debido a que sus huellas genéticas fueron encontradas en la prenda utilizada para matar a Persia.

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Además, se constató que a la mujer le robaron el celular y fue detectado entre las 11.30 del viernes 15 y las 17.30 del sábado por una antena de calles Adolfo Calle y Thomas Edison, en Godoy Cruz.

Debido a esa ubicación, los detectives lo relacionaron con Pinavaria, cuya familia vive en ese departamento. Sin embargo, el teléfono no fue hallado en los allanamientos que hicieron en el domicilio de su madre y en la casa que estaba alquilando con su novia en El Algarrobal, Las Heras.